Jontxu Argibay: Buscar lo bello moldeando ideas con las manos

Laura Ríos
Laura Ríos RIBEIRA

RIBEIRA

MARCOS CREO

El ribeirense afirma que soñaba con ser dibujante hasta que se enamoró de la escultura en la facultad

28 may 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

La belleza no es una clasificación inmóvil, no se trata de un especie de corsé en el que solo quepan los cuadros de Renoir o las escenas imposibles de Magritte. Más allá del valor indiscutible de clásicos de la escultura como Bernini o Da Vinci, grandes maestros del Renacimiento italiano se pueden encontrar piezas en cuya aparente sencillez se esconde la verdadera esencia del buen arte: emocionar.

Quien sabe si la búsqueda de la pureza fue lo que llevó a Jontxu Argibay (Ribeira, 1976) a tallar ideas con las manos, más lo cierto es que ya no sabe vivir sin hacerlo. El camino hacia el arte no fue una línea recta para él, pues confiesa que, antes de estar seguro de que quería dar forma a los materiales para convertirlos en creaciones únicas, quiso ser dibujante: «De pequeno sempre destaquei na escola porque se me daba ben, de feito agora sigo facéndoo antes de empezar unha escultura».

Piensa que el músculo más importante que debe ejercitar un autor es la imaginación, algo que nunca faltó en casa: «Meu pai era afeccionado aos cómics e tiña un montón de figuras por aí e miña nai sempre bordou moi ben»

El gran despertar personal de Argibay llegó cuando el barbanzano fue a la universidad para estudiar Bellas Artes. Allí se dio cuenta de que a pesar de que los pintores del pasado son la base de la cultura y el patrimonio actual europeo, para él las expresiones más profundas las habían conseguido nombres contemporáneos. «A escultura dos últimos 30 anos gústame toda», declara.

Desvela que una de las enseñanzas más importantes que le dejó la etapa como estudiante fue un consejo de un profesor que le dijo que buscase cuanto antes su estilo. Y así lo hizo.

A pesar del paso de los años y el ir ganando experiencia, el ribeirense piensa que se ha mantenido siempre en su línea, conservando una sencillez que, lejos de la simpleza, otorga al espectador la oportunidad de construir su propia interpretación de la talla. El ribeirense explica que lo que más le importa es no perder el equilibrio, algo que consigue dejando de lado detalles innecesarios: «Se meto demasiada información perdo a harmonía».

El origen costero de Argibay puede percibirse fácilmente en muchas de sus obras, pues algunas incluyen elementos marinos tan reconocibles que da la sensación de que si uno se acerca puede escuchar el inconfundible murmullo de las olas. «Cando era máis novo fuxía un pouco porque xa había moita xente que trataba esta temática, pero agora convivo con esta maneira de crear», manifiesta.

Sobre la evolución y mercantilización del arte, el barbanzano se muestra crítico con aquellos que buscan hacerse de oro a pesar de no perseguir la calidad en sus creaciones: «Non se pode intentar enganar á xente con menos traballo para sacalo adiante antes e poder producir máis». Reflexionando sobre algunas obras virales de los últimos años que ocuparon sitios de honor en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, cita la parábola del emperador desnudo cuyo inexistente traje era alabado por cortesanos y súbditos: «Encántanme as pezas abstractas e pensar por que e como foron feitas, pero non todo vale».

Un maestro

Cuando piensa en las personas que más lo han inspirado a lo largo de su carrera, Argibay alude a numerosos nombres gallegos como Afonso Costa o Xan Fernández, pero hay uno que destaca entre todos ellos con luz propia: Manuel Ayaso. El pintor ribeirense, recientemente fallecido, fue determinante en el desarrollo personal del escultor: «El abriume o mundo». Igual por eso fue el propio artista el que se encargó de hacer la estatua del barbanzano, que desde hace meses ilumina con su presencia la plaza del Concello de Ribeira.

Pero esta no es la única obra con su firma que se puede encontrar en la localidad, pues son tres las parroquias que lucen alguna de las figuras que ha hecho. Una de ellas es la representación de un polbeiro que se encuentra en Castiñeiras. De aspecto similar es A Seghadora, que pone en valor ante la iglesia de Olveira el esfuerzo silenciado de todas aquellas mujeres que además del hogar llevaban a cabo las labores de la huerta. El tercer homenaje a Ribeira es la estatua a los marineros instalada hace años en el puerto de Corrubedo.