Las mujeres que curan sus penas en el mar verano e invierno: «Es un chute de energía»
RIBEIRA
Nancy Frey, una californiana afincada en Ribeira, es la impulsora del grupo As Sereas Vivas y ha oficiado hasta la fecha 34 bautismos
17 jun 2024 . Actualizado a las 08:24 h.Reunirse en la arena, intercambiar impresiones sobre los últimos acontecimientos, hacer ejercicios de respiración y calentamiento de forma conjunta para, acto seguido, echarse al mar y nadar, sumergirse, gritar, reír... liberarse. Este es el ritual que, verano e invierno, con sol o con lluvia, llevan a cabo de forma periódica un grupo de mujeres de Ribeira. Aunque pueda parecer una locura, ellas dicen que cuando salen del agua se sienten con más poder y menos penas.
Nancy Frey es la fundadora de este singular grupo. Ella es de California, pero ya lleva más de dos décadas residiendo en Barbanza, un destino que eligió, tras haber estudiado Antropología y realizado un estudio sobre el Camino de Santiago, por contar con un elemento considerado vital: el mar. El gigante azul cobró todavía más relevancia para ella cuando el covid puso el mundo patas arriba: «Por aquel entonces vivía en Basoñas (en el límite de Ribeira y Porto do Son) y mi vida sufrió un frenazo, sobre todo a nivel laboral. El mar se convirtió en mi salvación. Acudía todos los días al amanecer, independientemente de las condiciones meteorológicas, y nadar me servía como terapia, tanto a nivel físico como mental».
A través de las redes sociales se dio cuenta de que no era la única que había encontrado en el mar una tabla de salvación e incluso supo de la existencia de grupos de personas que se unían para realizar esta práctica de forma conjunta. Entonces, se preguntó: «¿Por qué aquí, con todas las playas que tenemos al alcance de la mano, no se forma un colectivo así?». Al principio dudó dar el primer paso, por miedo al rechazo, pero luego se lanzó: «Empecé invitando a mis amigas, que a su vez trasladaban la propuesta a su entorno. El primer día nos juntamos siete en la playa de Río Azor».
Desde entonces, Nancy Frey tiene anotadas en su agenda un total de 54 inmersiones y 34 bautizos de nuevas integrantes de un grupo al que le ha puesto nombre: As Sereas Vivas. Dice que lo habitual es que se reúnan entre ocho y diez, pero hay quien suma ya más de veinte chapuzones y solo una persona dio marcha atrás y decidió no sumergirse: «El primer día casi todas las que se estrenan dicen que no se van a meter, pero acaban haciéndolo. Precisamente, superar esa barrera de resistencia es lo que provoca que después disfrutemos como enanas de la experiencia».
Antes de entrar al agua, As Sereas Vivas realizan una serie de actividades coordinadas por la propia Nancy. En el momento de la llegada al punto de encuentro, que va rotando por diferentes playas de Barbanza, las participantes se reúnen en círculo para ir exponiendo los problemas y las alegrías de los últimos días. Luego llegan los ejercicios de respiración: «Les enseño cómo enfrentarse a la situación de estrés que suele provocar el agua, unos conocimientos que luego pueden trasladar a su vida cotidiana». Si es necesario, y en la mayor parte de los casos lo es, también dirige actividades de calentamiento, tras las que llega el chapuzón: «Es un chute de energía y de empoderamiento brutal, sobre todo si hay mal tiempo. En los días de lluvia, la gente sale del agua con una fuerza increíble».
Recuerdos imborrables
Aunque de todos los encuentros ha sacado algo positivo, Nancy Frey recuerda con especial emoción uno que tuvo lugar el año pasado en Couso: «El mar estaba espectacular y sentimos una sensación de libertad tan grande que fue maravilloso». Pese a las inclemencias, también rememora una estampa que vivió en Area Secada: «La luna estaba saliendo y el cielo era de color naranja intenso. Había olas y un viento que incluso dificultaba la tarea de sacarse la ropa, pero fue espectacular».
Asegura que As Sereas Vivas nunca desistieron de su propósito de lanzarse al mar: «Y eso que recuerdo un día en la playa pobrense de A Illa que tuvimos que anclar los paraguas en la arena para dejar la ropa debajo en bolsas y aún así se mojó por completo y nos fuimos de allí empapadas, porque estaba diluviando». Pero para ella es un ritual que vale la pena: «Me apasiona ver a la gente salir del agua llena de vida, porque la ansiedad y la depresión se quedan en el agua».
En uno de los encuentros recientes, Nancy Frey perdió la concha de plata que utilizaba para las ceremonias de bautismo, una pieza que ella denominó Serea Mariña, haciéndole un guiño a la isla de Sálvora, y que tiene un gran valor sentimental. Dejó el objeto dentro de una mochila en la playa de Area Secada, que se olvidó de recoger cuando se fue a casa. Regresó al día siguiente, pero solo localizó unas huellas sobre la arena: «Me gustaría que la persona que se llevó el bolso me devolviera la concha, porque le tengo mucho cariño».
Con Serea Mariña o sin ella, la barbanzana de adopción ansía seguir bautizando a mujeres que se animen a sumarse a estos baños de agua y energía: «Haber conseguido reunir a este grupo de vecinas que no tienen ningún vínculo social, ni político, ni profesional, sino que están unidas por las ganas de meterse en el agua es para mí un sueño hecho realidad». Añade que las inmersiones le han aportado muchos beneficios que está deseando compartir: «Mi objetivo es transmitir alegría y ganas de vivir. Eso es lo que me motiva».