La novillada de las fiestas patronales de Ribeira que casi acaba en tragedia

Daniel Bravo Cores

RIBEIRA

Parte del programa de las fiestas de Ribeira del 5 al 8 de septiembre de 1914, con corrida de toros.
Parte del programa de las fiestas de Ribeira del 5 al 8 de septiembre de 1914, con corrida de toros.

En 1905 se montó una plaza desmontable que cedió por exceso de aforo

13 sep 2024 . Actualizado a las 21:20 h.

Desde hace muchos años hasta la actualidad, las fiestas veraniegas de Ribeira se vienen celebrando los primeros días de agosto, a excepción de las de la patrona y la Dorna. Pero no siempre fue así, como veremos a continuación. Los hechos que hoy glosamos tuvieron lugar en el escenario de una Ribeira emergente, que en 1906 obtenía de la Casa Real el título de «ciudad» y se aprestaba a construir una espléndida casa consistorial. Una época de prosperidad vinculada a una pujanza industrial, con «28 fábricas de salazón y 8 de conservas de pescados» en 1905 y una economía agropecuaria también en alza.

 LAS FECHAS

La tercera semana de septiembre. Desde finales del siglo XIX, las «fiestas anuales» se celebraban la tercera semana de septiembre, aunque alguna vez se retrasaron a octubre, como ocurrió en 1921. Solían incluir actos litúrgicos como misa solemne y desfiles procesionales, y actividades lúdicas como la música que en ocasiones estaba a cargo de bandas militares, como la del Regimiento de Murcia que acudió más de una vez a las fiestas de Ribeira del 1 al 3 de octubre de 1921, o las bandas municipales de Santiago o Vilagarcía, y bombas de palenque que nunca dejaron de entrañar ciertos riesgos: en las fiestas de San Antonio de septiembre de 1904, una de estas bombas cayó «en la cabeza del joven José Negreira dejándolo muerto en el acto», y en la celebrada en Artes el 14 de junio de 1911, una bomba explotó «al hombre que las disparaba, Antonio Paz, causándole en el bajo vientre lesiones gravísimas». Las «fiestas caniculares» terminaban al crepúsculo del último día de fiesta iluminando la «bahía de Riveira» con fuegos artificiales.

 LAS FIESTAS DE 1905

Corrida de «toretes y novillos» . En ocasiones, se intentaba sorprender con alguna celebración peculiar que atrajera la atención de vecinos y visitantes. Es lo que sucedió, por ejemplo, durante la celebración festiva del año 1905, una celebración muy singular. La comisión decidió celebrar las fiestas «que anualmente se celebran en el mes de septiembre» los días domingo 24 y lunes 25 de aquel mes, con un espectáculo especial que sería el show estelar de aquel año: una «corrida de toretes y novillos». En los pueblos, este tipo de lidias solían tener lugar en recintos vallados o plazas portátiles, sin reglas estrictas, con toreros aficionados o simplemente espectadores que se animaban a saltar a la arena, y muy raramente se daba muerte al novillo. No dejaba de ser peligroso por las embestidas de un animal, resabiado tras varias lidias, que podía no hacer caso al trapo.

 Presentado el proyecto al concejo con antelación, el 23 de agosto el alcalde Pepe Martínez solicitaba el permiso del gobernador para celebrar la novillada «en una Plaza de madera que quiere construirse con las seguridades debidas; y como para ello sea necesario permiso de su autoridad, le ruego se sirva concederlo, encargándose esta Alcaldía de cuidar se cumplan las disposiciones vigentes». Desde comienzos del mes de septiembre, se repartieron los carteles por los sitios más transitados del pueblo anunciando los pormenores del evento, protagonistas, hora, etc.

El 19 de septiembre, el alcalde informaba al gobernador que esperaba «una numerosa concurrencia de forasteros» por lo que solicitaba auxilio de la Guardia Civil, recién instalada en la localidad, «reforzada con dos parejas más de Noya y La Puebla del Caramiñal», a los que ayudarían los tres agentes de la guardia municipal, y lo notificaba también al comandante de puesto de la Guardia Civil «a fin de protejer (sic) el orden ruego se sirva asistir a dichas corridas con la fuerza de sus órdenes».

La expectación que suscitó la novillada superó todas las previsiones, y se construyó una plaza de toros desmontable con aforo para ¡4.000 localidades, nada menos!, en un pueblo que contaba con unas 12.000 almas. La plaza se armó en la explanada del Caramecheiro, en el solar donde hoy se levanta la escuela de Deán Grande, «con palcos, tendido de sol, tendido de sombra y un palco especial para la música». Dos carpinteros reconocieron la instalación y acreditaron que reunía las condiciones «apropiadas a su función».

 LA CATÁSTROFE

La plaza desmontable se vino abajo. Cuando el espectáculo comenzó, comenzaron también los problemas que acabaron como el rosario de la aurora. Desde las 2 de la tarde comenzó a acudir un notable gentío, el aforo de la plaza se completó bastante antes de dar comienzo la función y se cerraron las puertas a cal y canto. Pero fuera del recinto taurino quedaron varios cientos de personas, algunas con entradas y otras no, que primero protestaron airadamente por no poder acceder, y a continuación comenzaron a golpear las paredes exteriores de madera y a escalar «unos por los muros, y los otros abriendo boquetes por el sitio más a propósito que era el palco de la música».

La masa descontrolada invadió palcos y lugares inmediatos «disputándose los sitios, lo que dio lugar a reyertas y a un verdadero tumulto». La frágil estructura comenzó a vibrar y oscilar por la presión de la turba hasta que cedió y se derrumbaron buena parte de los palcos. Por fortuna el desplome fue tan lento que dio tiempo a que las posibles víctimas se escabullesen por milímetros, lo que facilitó que no hubiese muertes, pero sí muchos heridos de consideración.

Como era de esperar, el episodio tuvo enorme eco y llegó a oídos del gobernador, que envió un telegrama pidiendo explicaciones. El mandatario se disculpó como pudo, alegando que habían tomado todas las medidas para garantizar la seguridad y que no había heridos graves «por lo que me creí relevado de ponerlo en su conocimiento, como hubiese hecho si resultasen heridos», que sí los hubo.

 TOROS EN 1907

Menos aforo, por más seguridad. Dos años más tarde se volvería a celebrar «corrida de toretes y novillos». Los festejos se oficiaron los días 22 y 23, domingo y lunes, de septiembre de 1907 y para la tauromaquia se siguió la misma secuencia de 1905: permiso al gobernador; auxilio de la Guardia Civil «para mantener el orden dentro de la plaza y en el exterior a fin de contener los desmanes que suelen cometerse.., y auxiliar a los guardias municipales en las entradas y extremos de la plaza», etc. Pero el recinto fue mucho más reducido, 1.900 espectadores que se distribuyeron: 900 «en el armazón del tendido de sol» y otros 1.000 «en los palcos y tendidos de sombra», y la solidez del recinto fue supervisada por los maestros carpinteros Rosendo Pazos, Andrés Martínez y Ramón Creo.