Un aeroplano sobrevoló la ciudad poco después de los primeros vuelos en España
14 sep 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Los espectáculos de tauromaquia se reanudaron en la capital de Barbanza en la segunda década del siglo XX, aunque con algunos cambios de cierto calado. El primero, y no fue menor, afectó a su patrocinio. Los festejos taurinos pasaron a manos privadas y el nuevo patrocinador sería el comerciante Rogelio Bandín Pérez, procurador general del ayuntamiento y personaje que andando el tiempo llegaría a ser un importante industrial conservero en A Pobra do Caramiñal. Aunque los documentos no lo mencionan, este hombre actuaba en sociedad con su amigo Canucho Fernández Bermúdez, dato obtenido de la tradición oral de la familia Bandín. El aforo de la plaza se amplió a 2.500/3.000 personas, la ubicación fue la misma en el Caramecheiro y el calendario se adelantó a los últimos días de agosto y primeros de septiembre.
TOROS EN 1913
Dos capeas. Las primeras corridas de novillos de iniciativa privada se celebraron el 21 y 22 de septiembre de 1913, fechas tradicionales de las «fiestas populares». Pero esta vez eran ya dos capeas y no una sola corrida, como anteriormente. El permiso al gobernador se tramitó mediante los buenos oficios del alcalde Del Río solo 15 días antes del evento, de cuya premura advertía el regidor al mandatario provincial: «Como el plazo que media es corto, espero se digne comunicarme su resolución telegráficamente». Contando de antemano con la autorización, los promotores ya habían comenzado la construcción de «una plaza provisional de madera que al efecto se haya construyendo en terreno de este municipio que podrán ocupar dos o tres mil personas».
A requerimiento de la autoridad provincial, el alcalde remitía «certificación de tres maestros de obras de esta localidad, por no haber arquitecto» que garantizaba la seguridad, y otra del inspector de sanidad notificando la habilitación de una «enfermería con camas y botiquín de urgencia para las incidencias». Además comunicaba que la lidia sería «dirigida» por el torero profesional Amalio Sánchez, Villita Segundo, vecino de Madrid de 32 años de edad, que se prohibiría terminantemente que saltasen a la arena los menores de 20 años y los ancianos, y recababa del gobernador la presencia de la Guardia Civil «a fin de sostener el orden».
El espectáculo fue un éxito de tal magnitud que los promotores se animaron a repetirlo dos semanas después: Rogelio Bandín solicitaba nuevo permiso para celebrar el domingo 12 de octubre una corrida de toros-novillos en la misma plaza y en las mismas condiciones que las anteriores: enfermería, botiquín con «material quirúrgico», camas, etc. En esta ocasión la lidia se dejó en manos de los toreros profesionales Arturo Puértolas, El Colirón, y Martín Bernal, El Culturas.
TOROS EN 1914 Y 1915
Fiestas adelantadas. La tauromaquia continuó celebrándose los dos años siguientes, con los mismos promotores y con corridas de toros a las cuatro de larde de cada uno de los días de «fiestas populares» que ahora se adelantaron: las de 1914 se celebraron del 5 al 8 de septiembre, y las de 1915, del 4 al 7 de septiembre. Nuevamente se tramitó solicitud de permiso al gobernador adjuntando programa de festejos, certificación de la seguridad de la plaza por los maestros carpinteros Ramón González Reiriz y Benigno Martínez Rivas toda vez que en este Distrito ni en los del partido judicial existe Arquitecto ni persona facultativa al efecto», servicios médicos —‘‘enfermería con camas, material quirúrgico, botiquín de urgencia y cuánto más para estos casos es preciso”—, orden público, y además un reconocimiento de novillos y caballos a cargo del veterinario municipal Constantino Fernández Bermúdez para comprobar que eran «útiles para la lidia conforme a la RO de 11 de febrero de 1911».
Las corridas se celebraron los días 6 y 8 de septiembre de 1914, a las 4 de la tarde, a cargo de los afamados toreros El Boliche y El Colirón que repetía presencia en Ribeira, y como señalaba el presidente de la comisión de fiestas, Diego Delicado, «las puertas de la plaza se abrirán dos horas antes», y tras el festejo taurino del día 6, «en la Plaza de Toros dará un concierto el laureado Orfeón la Esperanza de Vigo». Las celebraciones se cerraron ese día con verbena, fuegos artificiales de los pirotécnicos Valladares de Vilagarcía y Espinós de Reus, y sendos bailes de sociedad en los salones de La Tertulia de Riveira y el Centro Obrero Recreativo.
En las fiestas y corridas de 1915, tras insistir el gobernador en la seguridad, la plaza fue reconocida por «por cuatro maestros de obras de esta localidad y de la inmediata de Villagarcía, resultando de las dos certificaciones que ofrecía las seguridades necesarias». También se remitió al gobernador «una relación de los que han de tomar parte en la lidia con las circunstancias personales de cada uno y la indicación del torero profesional que ha de dirigir la lidia». A posteriori aseguraba el alcalde, «las dos corridas se celebraron sin el menor percance en cuanto a la seguridad personal de los espectadores, a pesar de haber concurrido crecido número de personas ..”.
No obstante el éxito de los espectáculos taurinos de 1914 y 1915, desde entonces la tauromaquia en Ribeira quedó olvidada durante muchos años, a pesar de que la afición a los toros pervivió hasta la década de 1970.
FIESTAS DE AVIACIÓN
Primeros vuelos. Pero los organizadores de las fiestas de 1916 y 1917 no cejaron en su empeño de sorprender a propios y visitantes con divertimentos singulares y trajeron una novedad bien original para aquellos tiempos: las exhibiciones aeronáuticas. ¡Y estamos hablando de 1916!
Por entonces, la aviación era todavía una actividad balbuciente. Los primeros vuelos en España habían tenido lugar en 1910, ¡sólo seis años antes de la muestra de Ribeira!. Pero en los años siguientes las exhibiciones aéreas se pusieron de moda tanto en grandes ciudades como en pequeños pueblos, y el espíritu aventurero de los audaces pilotos cautivó la admiración de todos.
Sin embargo, las crónicas sobre estos espectáculos en Ribeira son muy escuetas. De 1916, solo una comunicación del alcalde Pepe Martínez al presidente de la Asociación Popular encargada de los festejos de ese año, informándole haber reclamado al gobernador «5 parejas de la fuerza de la Guardia Civil para reforzar la de este puesto y proteger el orden en todas partes durante las fiestas y la aviación».
En 1917, a pesar de las penurias económicas y las extremas dificultades de aquel año, el ayuntamiento amplió a cinco días las «fiestas populares»: 30 y 31 de agosto 1, 2 y 3 de septiembre, todo un precedente de la actualidad. Para esos días la comisión programó varios «buelos de aviación a cargo del piloto gallego señor Piñeiro», y ante la prevista crecida afluencia de forasteros, el regidor recabó del comandante del cañonero Dorado fondeado esos días en Ribeira, la presencia de 20 marinos de su dotación «para patrullar en los sitios de más concurrencia».
Los vuelos, de corto recorrido, despegaban del Campo del Queiro, sobrevolaban la plaza de la Iglesia y el Ayuntamiento para aterrizar minutos después en el camino real colindante con la playa de Coroso haciendo parte de su recorrido final sobre el mar. La carencia de información suficiente sobre estos eventos, quedó afortunadamente compensada con unas cuantas fotografías con las que ilustramos este artículo.