El pulso de la Costa da Morte La asociacion cultural San Cristovo de Carballo cerró sus actividades de verano y las clases de natación de Vimianzo tocaron a su fin con la llegada de septiembre
01 sep 2003 . Actualizado a las 07:00 h.La clausura de numerosas actividades es uno de los principales síntomas del fin del verano. Cursos, campamentos y otras iniciativas propias de los meses estivales llegan a su fin estos días en muchos municipios de toda la Costa da Morte. Es el caso de la escuela de verano que durante las últimas semanas organizó la asociación cultural San Cristovo, de Carballo, y que el sábado pasado puso el punto y final a sus actividades con una última jornada de juegos y diversión. Alba Pérez, Manuel García, Zeltia Deus, Raquel Pereira, Olaya Varela, Pablo Rey, Daniel Rey, Tania Lema, Rubén Taibo, Alejandro Taibo, Adriana Cousillas, Noemí Cousillas, Javier Periscal, Julia Sánchez, Patricia Villar, Carlota Vázquez, Emma Rey, Lidia Pena, Beatriz Sánchez, Paula Vázquez, Miguel Castro, Beatriz Pastoriza, Nerea Pastoriza, Kevin Varela, Carla Varela, Michael Trigo, Sara Trigo, Aline Ramos, Álvaro Ramos y Pablo Gabriel Núñez son los niños que participaron en las diversas actividades, como excursiones, juegos o campamentos, desarrolladas bajo la atenta mirada de las monitoras Rocío Nieto, Mónica Liñares y Eline Rey. Y de despedida estuvieron también este fin de semana los alumnos de los cursos de natación organizados este verano por el Concello de Vimianzo en la piscina de la localidad. Después de dos meses de clases, los jóvenes vimianceses dejaron los cursos con la esperanza de poder seguir practicando todo lo aprendido durante unos pocos días más, si el tiempo acompaña, hasta que dé comienzo el nuevo curso escolar que en breve volverá a dar comienzo. Quien tampoco faltó a su cita anual fue el delegado en la Costa da Morte de la Real Liga Naval Española, José Manuel Pato, que el sábado realizó la tradicional ofrenda floral a Santa Rosa. Pato cumplió así con una costumbre que él mismo instauró hace ya ocho años y con la que se pretende honrar a todos los navegantes «sin distinción de bandera y credo», en un lugar tan señalado como la capilla de Santa Rosa, en Laxe. Precisamente, la pequeña ermita blanca fue construida por un navegante de la localidad que prometió a Santa Rosa de Lima levantar una capilla en el punto más alto del pueblo si conseguía cruzar el Atlántico de regreso a casa.