
En la zona todavía quedan lugares en los que disfrutar en soledad de la inmensidad del océano y de la pureza del monte.
14 jul 2007 . Actualizado a las 07:00 h.La costa de Laxe representa a la perfección la dualidad de Bergantiños y Soneira. Una tierra a medio camino entre en el campo y el mar, donde las fincas cultivadas se extienden hasta los arenales y se funden con las marismas, marcando los contornos de unas playas impolutas y salvajes que invitan a encontrarse con uno mismo. Traba y Soesto reflejan a la perfección este tipo de características. Están situadas a ambos lados del espacio natural de Os Penedos y combinan el abrigo que les ofrece el cabo de Laxe, la punta Catasol y la punta das Pías con la inmensidad del Atlántico, sus vientos y mareas. Tal es su energía que obliga a la vegetación a crecer apiñada para hacerle frente a las inclemencias y poder sobrevivir. Es un lugar ideal para disfrutar de la naturaleza en estado puro, habida cuenta de la poca concurrencia de los arenales, sobre todo en invierno. El monte se tira directamente sobre el mar en un paisaje sólo enturbiado por la omnipresencia de los eólicos de los municipios limítrofes y alguna construcción, como la granja avícola abandonada, próxima a la laguna de Traba. En el extremo opuesto se sitúa Laxe. Una playa urbana, distinguida con la bandera azul y que cuenta con todos los servicios necesarios para ser considerada una de las mejores de la zona. Está habilitada para la práctica de todo tipo de deportes tanto en tierra como en el mar. En estos momentos se está llevando a cabo la sustitución de las pasarelas de acceso, que pese a ser una obra necesaria, no parece esta época la más idónea para abordarla. El mar rompe contra tierra en una zona de bastante pendiente por lo que se genera una playa de aguas profundas en las que se levantan olas de gran tamaño muy apreciadas por los amantes del surf. Al mismo tiempo el abrigo del monte Peñón crea un ambiente muy agradable para los bañistas. La pasarela une Laxe con Traba pasando por Soesto, por un camino que antaño recorrían los carros llenos de algas para abonar. Con sólo andar unos cuantos metros desde el centro urbano se puede disfrutar de todos los servicios de una playa de bandera azul. La recompensa por cubrir el trayecto de subida de unos 20 minutos hasta el alto del Peñón, es una vista difícil de igualar. Con el parque de los Penedos a la espalda se puede divisar el faro de Laxe e incluso el de Corme. Hay que buscarlos en un horizonte plagado de eólicos.