
Los dueños de 38 de estos históricos vehículos visitaron la comarca
28 oct 2013 . Actualizado a las 07:00 h.No hay un motivo solo «cada uno tiene su historia detrás», como explica Luis Martul, responsable del Escaravello Club de Galicia, pero son todavía muchos -ayer se juntaron 38 para recorrer la Costa da Morte- los usuarios que le siguen rindiendo tributo al mítico escarabajo de Volkswagen.
«Es un vehículo hecho para durar, con un ruido muy característico y tremendamente versátil. Estos coches van a sitios a los que no llegan algunos de los modernos todoterrenos de ahora», añade Fanjul que retó a sus acompañantes de la ruta: «Sí suben los ciclistas no lo vais a hacer vosotros en coche», les dijo, y consiguió que todos, sin problema alguno, se encaramaran a lo alto del mirador de O Ézaro, aunque la niebla les privase de las vistas.
En esta ya tercera etapa para descubrir la Costa da Morte participaron usuarios de Asturias, de León y de prácticamente todos los rincones de Galicia. Arrancaron el sábado de Laxe por Vimianzo, Muxía -donde algunos pasaron por la Pedra dos Cadrís-, Fisterra, Dumbría y acabaron con un almuerzo en Muros.
«Hubo gente que me preguntó si es que Vimianzo tenía un castillo y eso es algo que no puede ser. Esta comarca tiene unos paisajes impresionantes y un montón de sitios que hay que dar a conocer, que es lo que nosotros intentamos», señala Fanjul, quien, al igual que el resto de los apasionados del escarabajo, pudo disfrutar de la cascada de O Ézaro a pleno caudal y se quedó con las ganas de visitar el Museo da Electricidade. El guía voluntario Plácido García se había ofrecido a abrirlo para ellos, pero no pudo ser dado que el edificio contiguo a las centrales está en obras.
Pese a eso, los participantes describieron la experiencia como más que satisfactoria porque les permitió «presumir» de sus coches como dicen ellos y disfrutar de un entorno difícilmente superable.
Estas dos jornadas dieron para hablar sobre los vehículos, como el de un propietario de Vigo, que tiene una unidad de las que llegaron en 1956 con los cupos del Franquismo y que antes ya fue conducido por su padre y su abuelo.
La expectación fue máxima, hasta el punto de que en Lira (Carnota) muchos vecinos salieron a las ventanas para ver el espectáculo y también surgieron las anécdotas. La más emotiva, la de un emigrante que se encontraron por el camino y que compró su escarabajo en Bélgica. Con él vino por primera vez de vuelta a casa y fue también el vehículo de su luna de miel y del inicio del matrimonio.