Lois Patiño es un cineasta vigués que está llevando su filme documental Costa da Morte por todo el mundo. Literal: Suiza, Nueva York, Chile, Italia, Alemania, Canadá... también Sevilla o Santiago. He pedido ya la cuenta de los premios recibidos. Algunas revistas especializadas la sitúan como una de las mejores películas del año en el circuito independiente. Naturalmente, hay un lugar en el que esta joya no se ha visto: la propia Costa da Morte. Ya se preocupan los demás, como ha pasado tantas veces.
Imagino que Lois heredó en parte el amor por esta comarca de su padre, el pintor Antón Patiño, quien ya en 1988 se llevó un premio internacional por su cuadro Costa da Morte, inspirado en el Cason. Tampoco esa pintura estuvo aquí.
Son muchos los artistas que se quedan prendados de la zona y le dedican su obra, pero aquí no llega. Estuvo a punto, y puede que aún se logre (anunciado sí fue), con Medea en Camariñas, un clásico teatral reinterpretado por invidentes. Tampoco el espectáculo de danza Fisterra llegó a su lugar homónimo, ni mucho menos esa obra teatral del mismo nombre, ahora con Ángeles Martín y Blanca Portillo, que ya ha recorrido España entera. Ni se ha organizado una proyección de The way, la película de Martin Sheen sobre el Camino con remate en Muxía. Y tantos ejemplos.
Para ser justo, también los hay en el sentido inverso. Prestixio, de Xacarandaina, inspirado en la Costa da Morte, sí estuvo -al menos-, en Carballo y Corcubión. Son excepciones.