Ramón Campos: «Franco tivo que esperar a que a súa escolta de mouros apartase o trolebús»

CARBALLO

Personas con historia | El conductor carballés vivió la huelga del 78, en la que, como enlace sindical, se encadenó al puente de A Pasaxe para reclamar una subida salarial prometida
23 ene 2020 . Actualizado a las 05:00 h.Ramón Campos Ramos nació en 1943 en la Rúa do Muíño de Carballo y a los 23 años, el 4 de agosto de 1967, empezó a trabajar en la histórica empresa de trolebuses, a la que dedicaría los siguientes 42 años de su vida, hasta su prejubilación a los 60 años y nueve meses. Tiempo suficiente para ver pasar por delante de sus hojas la vida de la época entre la capital de Bergantiños y la calle Betanzos de A Coruña y acumular multitud de anécdotas. Sin embargo, la más recordada y comentada en la empresa no la protagonizó él si otro compañero, el también carballés -de Sísamo- Jesús Esmorís, Chucho de Eliodoro.
«As pértegas, o que nós chamabamos as canas, soltábanse con facilidade: rompíanlle as cabezas... Co cal era habitual ter que parar 15 minutos ou incluso máis para reparalas ou volvelas colocar, porque era como se conectaba o trole aos cables da electricidade, para poder seguir adiante. A el pasoulle na curva dos coellos [entre Arteixo y A Coruña], e, como levaba o remolque, non sei como fixo, pero deu atrás e deixou a estrada atrancada. Tivo tan mala sorte que xusto viña Franco do pazo de Meirás para embarcar no Azor en Corcubión. A escolta, que daquela eran todos mouros, díxolle que se sacase do medio -hai que ter en conta que cando viña Franco había un garda civil en cada esquina-, pero el non podía apartar porque, ademais, non era capaz de levar as canas ao sitio. Así que os escoltas colleron o remolque, que debía de pesar máis de 2.000 quilos, á man, e apartárono, pero aínda así e todo Franco tivo que esperar máis de dez minutos para poder pasar. Eu facía bromas con el: “Sorte que non che fixeron un consello de guerra”», relata Campos, que también le tocó vivir las suyas.
«Unha vez vindo por Lañas morreume unha persoa a bordo, un home duns 70 anos que comezou a botar escuma pola boca. Veu don Manolo, o médico de Arteixo, pero nada, xa estaba morto», cuenta el conductor que pasó luego a Transportes Finisterre y a la empresa Arriva, con vehículos distintos, pero prácticamente las mismas paradas que sigue la ruta actualmente. «Aínda hoxe hai xente que me chama e pregunta: “Moncho, a que hora pasa o trole?”», añade.
En esos incansables viajes diarios tuvo ocasión de conocer a innumerables personas que eran «case coma da familia, porque o trato era diario». De hecho, en ocasiones en el viaje de las seis de la mañana llegaban a desconectar las pértigas para ir más rápido cuesta abajo y que pudiesen llegar a tiempo al trabajo.
También había sus curiosidades. Por ejemplo, «cando era da feira de Paiosaco ás veces faltaban carteiras, porque daquela iamos con cobrador. Con Arsenio [Iglesias, el entrenador del Deportivo] non coincidín, porque el estivo na montaxe das liñas, pero si que traballei con seus irmáns, con Enrique e mais con Pepe, que eran cobradores», recuerda Campos, que fue enlace sindical durante 25 años de manera ininterrumpida y presidente del comité de empresa. Le tocó vivir la huelga del 78, «que foron 28 días seguidos nos que non había servizos mínimos nin nada». Incluso recuerda como se encadenaron al puente de A Pasaxe hasta que la Guardia Civil le cortó las cadenas con enormes cizallas y el gobernador civil les envió, uno a uno, cartas amenazantes a casa.
«Cobrabamos o salario mínimo, o mesmo que unha señora varrendo, e vén de Madrid unha subida para nós do 32 %, pero as empresas non querían pagar. Ao final a xente foise asustando, por medo a perder o emprego, e conseguimos o 16 %, coa promesa de que ían ir subindo, pero non foi así», continúa Moncho, que cita de memoria el precio del billete en sus inicios, «18 pesetas Carballo-A Coruña», y su sueldo, que era de 4.850 pesetas.
Al margen de los múltiples incidentes de la ruta -por ejemplo, «en San Román a xeada impedía que o cable fixese contacto e iamos aos saltos, soltando chispas coma se soldádesmos-», los mejores recuerdos de Campos tienen que ver con el deporte y con sus múltiples viajes por España, de la que conoce todas las ciudades excepto Huesca, Cuenta y Teruel.
Es de los socios más antiguas del Bergantiños, el número 10 del Laracha y socio de tribuna del Deportivo desde hace más de 30 años, ahora también con su nieto, por lo que se gasta en abonos unos 900 euros al año. Aparte de ver a sus equipos siempre que juega, incluso siguiéndolos fuera de Galicia, le encanta el boxeo, por lo que todos los miércoles y viernes se queda hasta las dos o tres de la madrugada delante de la televisión. «Vin a Grandío contra Folledo, o Campionato de España na praza de touros da Coruña, a Pepe Legrá e a Dopico contra García Gancho no Pedras Brancas, a Casal na Pista de Macías...», recita Moncho, con la misma claridad que los resultados del Bergantiños en Vallecas, el Tartiere o Ipurúa, hace decenios.