La pandemia y todo lo que ha traído aparejado, los avances y los retrocesos, las idas y venidas, ha sido un importante caldo de cultivo para las opiniones más variadas, vertidas sin contención en muchos casos, y más en redes sociales. En este brete, la política y quienes la ponen en práctica parece ciertamente denostada. Adrián Álvarez, el joven carballés que cursó Ciencias Políticas con unos resultados que han merecido premio a nivel nacional, cree que la clave para un buen desempeño del oficio no pasaría por otra cosa que por «falar e escoitar moito». «Fai falta ter vontade de entenderse, e o entendemento falta porque quizais non hai quen emprenda o camiño. Pero falar desde a valla é gratis, e a miña opinión non é máis que a un cidadán máis», expresa.
Muchos comentarios y malestares se podrían ahorrar si todos fuésemos más conscientes de esta mesura que él cita. Adrián cree que la política está para intentar solucionar problemas y no para enredar, porque ya hay bastantes cuestiones enredadas. En la Federación Sueca por los Derechos del colectivo LGTBI pudo darse cuenta de que «non valoramos o que aquí temos». Al igual que en la conservadora Armenia vio personas abocadas a una doble vida por esa falta de libertad: «Apréndese do que se ve, pero do que non se ve, o dobre». El joven carballés pudo saber del impacto de la guerra de Irak por un compañero que le contó cómo su padre cambiaba cada semana las ventanas de casa, por las bombas, hasta que al fin decidió tapiarlas. Demasiadas veces olvidamos que las grandes cuestiones históricas están hechas de vivencias (y esfuerzos) personales. Convendría que, en esta pandemia, todos tuviésemos una mayor responsabilidad individual para tratar de ganar la batalla.