La decisión de abandonar el barco y subir al rescatador

La Voz

CARBALLO

09 dic 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

De inmediato fue arriado el chinchorro en el que embarcaron el primer oficial y tres marineros, que pudieron alcanzar el vapor salvador, donde se les recomendó el abandono de su buque, ya que no veían otra opción, y que permanecerían en sus inmediaciones hasta que finalizase el transbordo del personal.

Regresaron de nuevo a bordo el primer oficial y un marinero, donde transmitieron a su capitán lo que le habían comunicado. En vista de ello decidió ordenar el abandono del buque. Eran las ocho y media de la tarde, se encontraban entre Cabo Vilán y Cabo Touriñán, y cada vez se acercaban más a la costa, las rompientes se divisaban desde la cubierta.

El transbordo del personal se efectuó por medio de un bote del John Cokerill y por el chinchorro, ya que no fue posible arriar ninguno de los dos botes salvavidas por estar agarrotados los engranajes de los pescantes. La tripulación perdió todos sus efectos personales, ya que abandonaron el buque con lo puesto, y tampoco se salvó ninguna documentación. El John Cokerill, tras finalizar el salvamento, continuó su viaje con rumbo sur, y el día 30 de enero entró en Gibraltar, donde desembarcó a los náufragos.

El Turret, tras ser abandonado quedó a merced de la mar y el viento, y fue derivando hacia la costa hasta varar en la playa de Arnela, no muy distante del Cabo Fisterra.

Su recuperación no fue posible y el casco y su cargamento fueron subastados, siendo adquiridos por Plácido Castro Rivas (propietario de los depósitos flotantes de carbón de Corcubión), se supone que con el fin de recuperar el cargamento de carbón, ya que en el año 1902 lo subastó de nuevo.

El precio de salida fue de 15.000 pesetas, los adjudicatarios de esta subasta puede que fuesen algunos de los principales empresarios dedicados al salvamento y desguace de buques en esa fecha, entre los que se encontraba José González Cereijo, de Corcubión, con instalaciones en la playa de A Viña.