Podría ser. Puede ser. De hecho el número estará ahí, dentro de ese bombo enorme en el que el día 22 se moverá una ilusión por cada bola que le hayan metido. Ojalá toque. ¿Para qué?
Cada cual tiene su idea. Puede ser para terminar de pagar la puñetera hipoteca o para poder llegar a una, que la cuestión de la vivienda está más que difícil. El dinero no lo soluciona todo, pero cuando debes decidir si pagas el alquiler o te compras un buen abrigo unos cuantos euros marcan la diferencia. Eso en el mejor de los casos porque si debes abonar una renta es que tienes un techo sobre tu cabeza. Con eso ya casi se puede decir que te has llevado ya un pellizquito, pongamos que una pedrea.
Si ni siquiera llegas lo mínimo que necesita una persona, lo más probable es que, paradójicamente, ni te preocupes por el Gordo. La lotería es un lujo inalcanzable e impensable para los que se han quedado en los márgenes de la vida y no solo por cuestión de dinero.
El que está solo o enfermo, o peor, las dos cosas, probablemente ni siquiera piense en lo que cantarán los niños de San Ildefonso, porque sabe que lo que sufre no se cura con lo que se obtiene con una participación del súper, pero tampoco con lo que arrojará un décimo de 20 euros.
Una vivienda digna, una compañía amable o una buena salud es algo que debería venir de serie con el ser humano. Tener aunque sea solo eso es como si te hubiera tocado realmente el Gordo.
No deberíamos suspirar por lo mínimo que merecemos cualquier ser humano. El Gordo realmente estará bien repartido cuanto todo el mundo tenga al menos eso.