De títulos nobiliarios a «papel para envolver castañas asadas»: historia que parece cuento
CARBALLO
El 25.º aniversario del Instituto de Estudos Bergantiñáns llevó al Casino de Carballo una didáctica intervención de Luís Giadás: como hilo conductor, los Moscoso
13 mar 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Parece un cuento, que es como lo pretendió contar el historiador Luís Giadás, e incluso tiene aires de refrán, porque bien podría decirse que todo lo que sube, baja. Pero es sociología e historia pura. En el siglo XIX, uno de los Altamira, José María, llegó a tener cien títulos nobiliarios. En el XVIII, otro de ellos, Vicente Joaquín, construyó cerca de la Gran Vía de Madrid un palacio casi tan grande como el del rey Carlos IV. Hubo de rebajarlo para no dejar quedar mal al monarca. Esa fue la época de mayor esplendor de los Moscoso de Altamira, la familia noble más poderosa de Bergantiños y Soneira en la Edad Media y Moderna de estas comarcas, un linaje que Giadás tomó el viernes como hilo conductor para acercarse a tales épocas en la charla que ofreció en el Casino de Carballo, parte del ciclo de conferencias organizado por el Instituto de Estudos Bergantiñáns (IEB) por su 25.º aniversario. En el público, más de sesenta personas [hubo que añadir sillas], atentos alumnos que, a la hora que duró la exposición, sumaron otra media de preguntas tras la charla.
El historiador arrancó por el origen, por el nombre, y siguió por la escalada social, lo que con humor le llevó a subtitular su charla como «manual do perfecto trepa social». Los Moscoso prosperaron por las buenas y por las malas, toda una estrategia a base de matrimonios con poderosos, encomiendas, apropiación de territorio, desgracias ajenas, conversión en «pertigueiros» enchufados por arzobispos, juntándose en el más estricto sentido de la palabra con Reyes... «Tiñan reflexos suficientes para saber en cada momento quen era o gañador e cambiar de bando. Instinto de supervivencia de estar cos poderosos», narra Giadás.
Se valían, asimismo, de una red de vasallos fieles y competentes, que tanto en Soneira como en Bergantiños gestionaban para ellos el territorio, en lo militar y administrativo. Las imágenes que expuso Luís permitieron un paseo por ese poder, que tuvo un fin: «Cando cae Isabel II o seu cuñado era o conde de Altamira, e cae con ela».
El dinero se despilfarró en fiestas y viajes, perdieron palacios, la piedra de la maltrecha Torre de Altamira acabó levantando la ermita de Santa Minia de Brión... Cuadros de Rubens, Goya y Velázquez, desperdigados. Documentos importantes, incunables, autógrafos de Lope de Vega... Algunos remataron en el British Museum, otros en la Sociedad Hispánica de Nueva York, pero muchos devinieron «papel para envolver castañas asadas». Pervive, aquí y allá, toponimia: Altamira, Moscoso, la aldea Cabeza de Lobo —ese era el escudo familiar, precisamente, una cabeza de lobo degollada—, Horta do Conde...
Y mientras aquella familia estaba en la cresta de la ola, sus campesinos malvivían achuchados a impuestos. Y llegó un día en el que descubrieron que aquello que daban a los cerdos crecía bien con las lluvias de verano que habían diezmado todo el cereal. Así se les reveló la patata como alimento, pero esa es otra historia...
Expedición a la magia y simbolismo de Fisterra
Entre las últimas iniciativas del Instituto de Estudos Bergantiñáns estuvo también una visita «a un dos lugares máis simbólicos de Galicia»: Fisterra. Amenazaba mal tiempo, pero las sensaciones fueron buenas, tanto por la mañana en el cabo y el faro como en las paradas en el cementerio de Portela o la iglesia Santa María das Areas. Visitaron por la tarde el Museo da Pesca, abierto para la ocasión por deferencia del Concello y del guía, Alexandre Nerium, que también acompañó a la comitiva por una ruta urbana. Agradecen desde el IEB su acogida y la de la alcaldesa, Áurea Domínguez.