
El escultor compostelano dejó un extenso legado artístico
10 feb 2025 . Actualizado a las 11:18 h.A lo largo del siglo XIX, los escultores que satisfacían la demanda de imágenes para nuestras iglesias, faltos de un deseo de innovación, se limitaban a imitar los modelos y tipos popularizados por los grandes maestros del barroco, o bien repetir a estos mediante la mirada de otros artífices de su época. Así, en Bergantiños y por las comarcas cercanas, existían una serie de tallas que recordaban al escultor Francisco Rodeiro Permuy (1813-1873), sobre todo porque mostraban la boca pequeña, sobresaliente arqueado del arco ciliar, ojos que terminaban rasgados, cintura ceñida normalmente con un lazo, cadera ancha…
Sin embargo, estas, primero, no tenía la calidad esperada de este maestro y, segundo, acudiendo a los libros de fábrica, su adquisición se correspondía después de la fecha de su muerte. La incógnita fue despejada gracias a la anotación del autor del grupo escultórico de la Anunciación de Ferreira, en Coristanco, en 1883: «Lo da de quinientos reales entregados a Bernardino López, escultor, vecino de Santiago, por la imagen de la Anunciación»; «al mismo Bernardino doscientos reales por empaquetar dicha imagen y anda».
La obra fue traída por Ramón Amarelle, vecino de Couso, junto con la imagen de la Virgen de la Luz, donada por fray Pedro de Leis, y una efigie de san Antonio para la iglesia de Couso.
Bernardino López Quintáns fue un escultor compostelano, vecino de la calle del Cruceiro do Gaio, según apuntó su bisnieto, el profesor José Manuel López Vázquez. Bernardino, que tuvo que cambiar el apellido de López a Mosquera por problemas políticos, fue padre de Raimundo López Pol, escultor y alcalde de Santiago durante la Segunda República. Este, a su vez, fue padre del prestigioso pintor Manuel López Garabal, que restauró la imagen del crucificado de Carballo, que había salido del taller familiar décadas antes. Sus esculturas son bastante regulares, y guardan muchas similitudes con la obra de Rodeiro. Respecto a las imperfecciones de algunas imágenes, una anécdota bastante particular fue la sucedida con el san Roque de Bértoa: el cura, tras haber recibido la imagen encargada a Bernardino en 1864, la envió de vuelta con una nota, que poco gustó al artista compostelano: «Que padecía defectos, máxime en la boca, pies y llaga y lo mismo el perro y mismo el plinto (…) que de ningún modo lo quería por sus defectos y que sentiría mucho que aprendiese a escultor».
Por tanto, conocidas las características de las tallas de Bernardino, que se corresponden con la segunda mitad del siglo XIX, podemos asociarle la imagen de la Anunciación de Ferreira, la Virgen de la Luz y el san Antonio de Couso, por las notas documentales expuestas; sumándose los Niños Jesús de la Virgen del Carmen y el de la Virgen del Socorro. La totalidad de las tallas que vamos a enumerar no aparecen recogidas con su autoría en los libros de fábrica y culto, práctica desesperante para los historiadores pero muy común en la época: justificar únicamente el descargo de dinero del culto para adquirir la imagen, sin más referencia acerca de su compra.
Atribuciones
Así, en Seavia, asociamos a Bernardino las tallas de santa Escolástica, la Inmaculada Concepción, dos angelotes, un antiguo san José y las imágenes del retablo del baptisterio. En Castro le podríamos atribuir la imagen de santa Apolonia; en Valenza, la de san Antonio y las dos tallas del baptisterio; en Coristanco, la de san Roque; en Cuns, otra de este santo; en Erbecedo, la imagen de santa Lucía; en Rus, la Virgen del Corpiño; en Berdillo, las efigies del Corazón de Jesús, retirado en la sacristía alta, y san José; en Sofán, las de la Purísima, idéntica a la de Seavia, san Antonio y el ángel que acompaña a san Roque. En Bértoa, la polémica imagen de san Roque, que fue muy retocada por el escultor Vilariño. En Rebordelos, la de la Virgen de la Merced, idéntica a la advocación homónima de Ames. En Vilela, el Corazón de Jesús y, en Lema, le atribuimos la restauración de la Virgen del Carmen, talla barroca de Antonio de Meis a la que sustituyó la cabeza de la Virgen y del Niño Jesús. Otra obra documentada de Bernardino López es el Niño Jesús de Corcoesto, dato que fue aportado por Félix Neira, investigador del arte religioso en el extinto arciprestazgo de Seaia.
En otras parroquias de las comarcas circundantes podríamos asociar al escultor compostelano las imágenes de san Antonio y el Sagrado Corazón de la iglesia de Bardaos; el san Marcos de San Cremenzo de Pazos, que en origen pudo haber sido un san José; la Virgen del Carmen de la iglesia nueva de Salto, el san Antonio de Carantoña, el san José de Moraime; la Virgen del Carmen de Sarces, y también la Inmaculada; el grupo escultórico de la Virgen del Rosario, el grupo escultórico de la Virgen del Carmen, san Roque y san Antonio de la iglesia de A Ponte do Porto. En Camelle, la Virgen del Rosario que Eva López Añón asocia a un escultor del círculo de Rodeiro, podríamos atribuirla a Bernardino, ya que guarda las similitudes tanto con la del Corpiño de Rus y con la de Oca de Ames, para cuya capilla realizó la talla mariana, la imagen de san José y el santo Ángel Custodio, junto con dos angelotes adoradores. A su vez, es idéntica en sus rasgos faciales a la documentada Anunciación de Ferreira. Mediante la tesis de Cardeso Liñares, reconocemos como obras de Bernardino las imágenes de santo Tomás, san Antonio, san Roque, san José, la Virgen del Carmen y del Rosario de la parroquia de Santo Tomé de Albite; la Virgen del Carmen de Santa Cruz de Campolongo; la Inmaculada, san Isidro y el san Roque de Negreira. No cabe duda de que ante la mayor calidad que manifiestan unas imágenes y la talla más arcaica de otras, tendríamos que pensar en la presencia de oficiales que ayudarían a López Quintáns en la atención de la gran cantidad de encargos que recibiría, ocupándose él de aquellos más ventajosos y para las iglesias de mayor importancia.