Colillas

M. R. Suárez NORDÉS

CARBALLO

Imagen de archivo de una campaña del Concello de Carballo, con Aspaber, para concienciar sobre la limpieza de colillas
Imagen de archivo de una campaña del Concello de Carballo, con Aspaber, para concienciar sobre la limpieza de colillas ANA GARCÍA

04 sep 2025 . Actualizado a las 00:16 h.

Otro verano se acerca a su fin y las playas de la Costa da Morte se van vaciando con el paso de los días. Sin embargo, hay prácticas que no cambian de un año para otro, pese a lo fácil que sería erradicarlas.

Tener cerca a un bebé que empieza a caminar hace que uno repare en los pequeños detalles, como lo que se fijan en las colillas y otros residuos que se encuentran en sus primeros pasos por la calle por muy pequeños que sean. Y todo se lo llevan a la boca, por encima.

Mi verano en la arena comenzó, primero, con el carbón y otros restos de las hogueras del San Xoán y terminó con las malditas colillas extendidas por todas partes. El Concello de Carballo llevó a cabo en su día una campaña que consistía en repartir envases con la forma de un cono de helado para recoger, precisamente, estos diminutos, pero muy contaminantes residuos. Podría ser una práctica a fomentar en más lugares o, simplemente, que cada uno recoja estos restos como pueda. Una usuaria me comentaba un día que ella lleva años reutilizando una caja de chicles hermética para tal finalidad.

La entidad Mar de Fábula lucha desde Camelle contra la contaminación que los propios seres humanos generamos: desde las propias gentes del mar a los asistentes a las fiestas que dejan los restos del botellón a su suerte, por citar algunos ejemplos. Su presidenta, Virginia Barros, comentaba hace justo un año a La Voz que «unha cabicha contamina na contorna máis de dez anos. Dilúese e contamina miles de litros. Unha soa maceta de cinceiro fai morrer unha árbore». Es como aquel que sigue sin reciclar porque dice que le da pereza.