José Manuel Boquete, de A Taberna de Montemaior: «Aos 14 anos quedei sen pai e sen avó en 24 horas e tiven que levar o negocio»

Cristina Viu Gomila
Cristina Viu CARBALLO / LA VOZ

A LARACHA

BASILIO BELLO

Personas con historia | A estas alturas, piensa ya en jubilarse. El suyo es ahora un complejo hostelero con capacidad para bodas de 300 personas. Sus salones siguen acogiendo grandes celebraciones, pero este negocio nació como una pequeña taberna de aldea y fue evolucionando convirtiéndose incluso en lugar en el que reponían fuerzas de madrugada los participantes en la movida local

22 feb 2024 . Actualizado a las 11:10 h.

A Ventura Boquete su madre le puso en 1960 una taberna en Santa Margarita de Montemaior, a tres kilómetros de la casa familiar, en Goexe. Era el menor y el único soltero. Los demás habían obtenido terrenos para construir sus respectivas viviendas familiares. El negocio era el típico establecimiento en el que prácticamente todo se vendía a granel, desde el aceite hasta los garbanzos. El joven tabernero se ocupó del negocio en solitario, pero en 1964 tuvo a su hijo. José Manuel explica que siempre le ha echado en cara a su madre, en broma, que ella sí estuviera invitada a su boda, pero que él estuviera ausente de la de sus padres. Tenía dos años y lo dejaron con un pariente.

El chico no tenía demasiada intención de quedarse con el negocio familiar. De hecho, con 10 o 12 años su intención era convertirse en chapista y montar un taller junto a uno de sus mejores amigos, que tenía el sueño de ser mecánico y que acabó por cumplirlo.

No había terminado la EGB cuando cambió por completo la vida del joven Boquete Castro. «Aos 14 anos quedei sen pai e sen avó en 24 horas e tiven que levar o negocio». Resume así una situación muy complicada. El 23 de marzo falleció su abuelo a causa de su avanzada edad y el 24 lo hizo su padre de un infarto. Él piensa que pudo influir el disgusto de perder a su suegro porque ambos se llevaban maravillosamente bien. «Tratábanse de cuñados, levábanse como pai e fillo», añade.

«Miña nai estaba desfeita e tiven que facer de tripas corazón e empecei a poñer as cousas ao meu estilo», dice. Ahí comenzó lo que es ahora A Taberna, aunque no todo fue tan rodado como podía pensarse. José Manuel se resistió a dedicarse de por vida a mantener ese negocio familiar, por lo que una vez casado atendió la demanda de uno de sus tíos para hacerse cartero. Lo fue durante dos años y en ese tiempo hizo otros planes junto a su esposa. Tenía solo 20 años cuando se casó con Elena Lamas, de Prearada, que había estudiado corte y confección y que aspiraba a tener una academia de la especialidad. Entonces estaban muy en boga por la zona. La joven pareja tenía sus propios planes. Él iba a ser cartero y ella, a abrir una escuela en Ordes, donde ya se habían dado cuenta de que no había ninguna.

Pero todo lo estaban pensando sin abandonar la taberna familiar. Así, él repartía productos del ultramarinos, atendía en la tienda, entregaba cartas... y ella colaboraba en la cocina, muy bien avenida con su suegra. Pronto llegó el primer hijo y todo se hizo un poco demasiado, por lo que hubo que centrarse y José Manuel hizo algo que ha sido su máxima y su éxito en los negocios: adelantarse a lo que iba a venir. Los menús que entonces servían fueron un éxito y la pareja abandonó las profesiones que habían iniciado para centrarse en el negocio familiar, aunque eso provocara un pequeño enfado en algún pariente. También entonces desapareció la parte del supermercado.

A partir de entonces la dedicación fue prácticamente absoluta y eso ya empieza a pesar. «Desde os 14 nos, 24 horas, os 365 días ao ano é moito. Xa hai ganas de parar», dice José Manuel, que detrás tiene la tercera generación, dos hijos muy formados, que llevan desde hace tiempo en el negocio y cuya presencia ha sido fundamental para decidir ampliaciones e inversiones. El tiempo ha ido suavizando la dedicación que en los primeros años fue muy intensa. «Durante anos estivemos facendo vacacións separados. Un ano, a miña muller levaba aos nenos a Barcelona, onde temos familia, e ía a Port Aventura. Ao ano seguinte era eu que os levaba, a Terra Mítica, a Canarias... Un día plantáronse e dixeron que tíñamos que ir xuntos. Tiñamos bos empregados e así o fixemos», dice.

ANA GARCIA

De hamburguesas y bocadillos de madrugada a un pequeño hotel

La taberna de Ventura Boquete está irreconocible. En los últimos 60 años el cambio ha sido abismal y todo por las decisiones que han ido tomando sus responsables a lo largo de este tiempo. Pronto José Manuel vio que ser cartero, repartidor de ultramarinos y mantener bar y restaurante no podía ser. Eligió la parte de servir comidas y fue dejando la cuestión del supermercado, sobre todo tras el enorme éxito de los menús.

Recuerda a finales de los años 80 cuando instaló una parrilla y empezaron con los churrascos, que entonces era lo que estaba de moda. Fueron cambiando y adaptándose a las demandas. Hubo un tiempo, explica José Manuel que prácticamente trabajaban día y noche. Eran los tiempos en que la movida de la zona estaba centrada en A Silva, A Laracha y Carballo. A las 4 o las 5 de la madrugada estaban sirviendo hamburguesas y todo tipo de bocadillos hasta primeras horas de la mañana a los que habían ido a disfrutar de las discotecas del entorno. Reconoce que entonces la competencia les mandaban a veces a los cuerpos de seguridad para cumplir los horarios, pero la sangre nunca llegó al río y esa época pasó. La taberna llegó a ser punto de reunión de la juventud que se tomaba algo y veía una película de vídeo antes de la discoteca y otra después mientras reponía fuerzas.

Más adelante llegaron los banquetes que llegaron a ser incluso de 300 personas para bodas, además de comuniones y otras celebraciones. El complejo en que se fue convirtiendo ha terminado por contar con un pequeño hotel en el que hay turistas, viajantes y clientes procedentes de las bodas. El futuro es ahora la tercera generación.