Marineros que no volvieron a puerto: penas y olas nunca vienen solas

AQUILES GAREA

CORCUBIÓN

Crónicas atlánticas | Un accidente en el buque en el que se había embarcado como marinero impidió que regresase el corcubionés Ángel Juan Perales

22 ene 2024 . Actualizado a las 08:40 h.

Hubo un tiempo en que los marinos emprendían sus navegaciones sin conocer, en numerosas ocasiones, si volverían a regresar sanos y salvos al puerto del que habían salido. Las condiciones meteorológicas eran en la mayoría de los casos las culpables: naufragios o accidentes en las maniobras en medio de temporales, que solían acabar con la caída de los marineros desde lo alto de los palos a cubierta o directamente al mar. En otras ocasiones, la causa eran enfermedades o epidemias que no se podían tratar a bordo. Cuando se alcanzaba puerto era ya muy tarde. También hubo casos de fallecimientos en motines, como fue el del capitán Agramunt. Esta crónica trae aquí uno de estos marinos que un día salieron de su casa y no regresaron, en este caso como consecuencia de un accidente en el buque en el que se había embarcado como marinero.

En la Gaceta de Madrid número 282, de 9 de octubre del 1879, en una notificación de la Administración Central, Ministerio de Estado, Dirección de Asuntos Judiciales, Cónsul de España en Nueva Orleans, se anunciaba el fallecimiento de tres marineros de la barca española Cabieces, de la matrícula de Bilbao. Uno de ellos era el corcubionés Ángel Juan Perales Carrera, de 30 años de edad. La causa del fallecimiento no se mencionaba, aunque lo más probable sería una caída desde los palos. En esta misma nota se informaba que había dejado a su familia 391 francos, fruto de su trabajo a bordo.

Ángel Juan Perales Carrera había nacido en Corcubión el 7 de enero de año 1849, era hijo del carabinero Juan Bautista Perales, natural de Ferrol, y de Teresa Carrera, de Corcubión. Su padrino era Ángel Carrera. Como solía ser costumbre en los pueblos marineros, en el año 1864, a la edad de 15 años, se inscribió en la Matrícula de Marina para poder dedicarse a las industrias del mar. Quedó anotado al folio 22 del antiguo Distrito Marítimo de Corcubión.

Un año después obtuvo licencia para navegar con la validez de un año. En el 1866 se encontraba navegando en alguno de los veleros pertenecientes a armadores de la zona. En 1867 ingresa voluntariamente para servir una campaña de cuatro años en buques de la Armada, y fue destinado al Apostadero de Filipinas, donde se presentó el día 21 de febrero de dicho año. Pasó destinado al vapor Patiño, que se encargaba del transporte de carga y pasaje entre los puertos de dicho Apostadero. Sin embargo, por razones que desconozco, no llegó a cumplir en Filipinas el tiempo al que se había comprometido y en una fecha desconocida desertó de su destino (puede que la distancia con el hogar fuese la causa principal), abandonando seguramente el archipiélago a bordo de alguno de los vapores o veleros que se dirigían a Europa.

Escultura A Espera, en Laxe
Escultura A Espera, en Laxe Ana Garcia

Dos años después, tras haberse presentado ante las Autoridades de Marina, fue destinado al Arsenal de Ferrol en calidad de arrestado por haber desertado del Apostadero de Filipinas. Permaneció en este destino hasta el 21 de noviembre de 1872, en que se le retiró del servicio por haber cumplido los cuatro años de campaña y nueve meses más que le habían sido impuestos por desertor. En su estancia al servicio de la Marina alcanzó el empleo de Cabo de Mar. El 28 de noviembre del mismo año se le expidió licencia ilimitada de navegación, y al poco tiempo de su regreso contrajo matrimonio con Carlota Rodríguez Ahilagas, con la que tuvo dos hijas, Juana y María Elena.

Como ya había hecho antes de entrar al servicio de la Marina, siguió su carrera como marinero en distintos buques hasta el fatídico año de 1879, en que lo encontramos como tripulante de la barca mercante española Cabieces, que realizaba viaje de Wilmington (Estados Unidos) a Amberes (Bélgica), en el que sería su último embarque y singladura.

La barca Cabieces había sido construida en Deusto (Bilbao) en el año 1870, para Petra Cabieces. Fue inscrita en el folio 84 de la 1.ª lista de la Comandancia de Marina de Bilbao. Sus dimensiones eran: 40,50 metros de eslora, 8,51 metros de manga, 5,8 metros de puntal,458,23 toneladas brutas, y 447,88 y toneladas netas. En el año 1893 pasó la propiedad a Atanasio Arrizaga y otros, de Bilbao, el cual en el año 1900 la vendió a P. San Martín de Bilbao, y en el año 1903 a Andrés del Río, vecino de Vilagarcía, que sería su propietario hasta su desguace en el año 1914. Sus armadores la empleaban en el trafico comercial entre los puertos de América y Europa.

Penas y olas nunca vienen solas.