Qué se esconde en Coristanco

Gabriel Pérez Suárez TRIBUNA ABIERTA

CORISTANCO

19 sep 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Viendo lo sucedido en el Ayuntamiento de Coristanco, de lo que me he enterado nada más llegar de vacaciones, uno no duda de que los pueblos, a veces, también se equivocan. Pero no debemos extrañarnos porque si acudimos a la Biblia leemos como Pilatos antes de condenar al Redentor le consultó a la muchedumbre si prefería que condenada a Jesús, el hijo de Dios, o a Barrabás, que era un chorizo (ya entonces había embutidos), y la plebe, sin pensárselo, salvó al maleante y pidió la crucifixión de Jesús.

Ya metidos en harina y comentando lo que pasó en el Ayuntamiento vecino, uno no acaba de entender, aunque lo presupone, cuál fue el motivo para que se cese a un alcalde que cuando llega a la alcaldía se encuentra con una deuda cercana a los cinco millones de euros, luego al exalcalde y a algún concejal implicados en turbios asuntos y que logra sanear la hacienda local, dejando un superávit de más de cuatro millones de euros. No se entiende. Esperemos, pues en este caso no ha influido el pueblo, que no sea este el que vaya a sufrir las consecuencias de tal cambalache.

Los topos

Nunca me gustaron los tránsfugas, los cambiachaquetas, pero no solo ellos son los responsables de muchos actos deleznables que se cometen en la política. Confluyen los conocidos como topos, que se valen de ellos para sacar el mayor lucro posible, corrompiendo para ello a quien haga falta. Siempre hay que desconfiar de aquel político que apropiándose indebidamente de la frase de Lincoln: «Un gobierno para el pueblo», lo que hace es enriquecerse y favorecer al mismo tiempo a los amiguetes que lo auparon al poder. ¡Pobres pueblos los que gobiernan tipos tan execrables y sin escrúpulos!

Tampoco me cabe en la cabeza como un político que bajo las siglas del PP gobernó durante veinte años Coristanco, se haya expuesto a la expulsión del partido para seguir, según voces vecinales, maniobrando.

Finalizamos con una frase de Unamuno que decía: «A las catorce obras de misericordia había que añadirle una más, y es la de despertar al dormido... pueblo.