28 mar 2018 . Actualizado a las 05:00 h.
El caso de Fisterra recuerda a la restauración del santuario de A Barca, cuyos detalles tampoco habían gustado demasido a un cierto sector de sus devotos, pero ahí se quedó la cosa: en un día un tanto agitado, el de la apertura. En Fisterra mucho más ha tenido que disgustar el colorido para que ese empeño no ceje. Si todos los vecinos empujasen de tal modo para cambiar aquello que los incomoda, muchos alcaldes se lo pensarían dos veces.