Guillermo Traba: «Cando busquei polo alemán Hildert, o fondo era marrón, non se vía nada»

Cristina Viu Gomila
Cristina Viu CARBALLO / LA VOZ

FISTERRA

El buzo fisterrán, que lleva desde los 11 años yendo al longueirón, reclama poder faenar solo

04 dic 2021 . Actualizado a las 13:41 h.

Guillermo Traba Estévez (Fisterra, 1974) no acabó la EGB. En séptimo ya no se le ocurrían más formas de engañar a su madre para seguir faltando al colegio e ir a bucear por lo que decidió tirar una bomba fétida en clase y fue expulsado una semana. Ya no volvió. Sus ocho hermanos, incluida Laura, han ido al longueirón, hasta el punto de que su padre tuvo que vender su barco, el Mar Caspio, porque se había quedado sin tripulación. Él es el menor de los Chilíns, el apodo con el que se conoce a la familia y, probablemente, el más peleón.

Su cruzada es poder seguir haciendo lo mismo de siempre: vivir del marisqueo a pulmón, pero la legislación de seguridad en el mar impuesta por el Gobierno español le exige que no vaya solo y eso le da problemas porque no encuentra compañía estable. Le recomiendan que se ponga junto a otras embarcaciones para trabajar y el otro día lo hizo. Encontró unos rañeiros y se colocó junto a ellos. Hizo un vídeo de la operación y se lo mandó a la Conselleira do Mar por WhatsApp y mantuvieron una conversación en la que ella terminó por decirle que entendía su situación, pero que nada podía hacer porque se trata de una legislación nacional.

Guillermo Traba sería ahora mismo capaz de volver a tirar una bomba fétida donde fuera necesario si eso le permitiera seguir con su trabajo. «Levo o fondo do mar no sangue», dice. Su problema es que los demás mariscadores no se adaptan a su forma de trabajar o porque cambian de oficio o porque quieren faenar en otras playas o porque van con ayuda de aire desde la superficie y pueden trabajar a más profundidad...

Ha reclamado en todas partes y de todas las formas en que se le ha ocurrido, pero nada ha cambiado. Defiende que desde 1982 no se han producido accidentes y no se explica que en otros oficios no se necesite un compañero y en el suyo sí. 

Gafas y aletas

Recuerda que ya de niño aprovechaba cualquier momento para meterse en el agua con apenas unas gafas y unas aletas y recuerda que podía llegar a sacarse unas mil pesetas. Cuando dejó las clases, el director del colegio y el alcalde de Fisterra le recomendaron que encontrara un oficio y hasta el momento le ha ido bastante bien. Dice que es peor para su salud no poder faenar todos los días que tiene autorizados y esta situación acabará por provocarle una depresión. «Poste triste, poste raro», dice que le pasa cuando no puede trabajar. «Parezo bobo», añade.

Podría a ir a otros oficios, porque fue a ellos con su padre cuando era un chaval, pero reconoce que no tiene experiencia en ello y que ha perdido habilidad.

Cuando no trabaja pasea con su perro, «que é a compañía que teño», por las playas fisterranas, especialmente por Mar de Fóra. Allí se dedica a advertir a los peregrinos y otros visitantes de la peligrosidad de la playa y reconoce que en muchas ocasiones lleva sus aletas en una mochila por si tiene que colaborar en algún rescate. Desde que hace unos años vio morir a un amigo en la zona de Camariñas intenta ayudar a salvar bañistas o compañeros o, en el peor de los casos, cuerpos. Con una de los que más se implicó fue con el joven alemán, de solo 19 años, Max Hildert, que desapareció en junio del 2015, en Langosteira.

Recuerda que se sumergió en varias ocasiones, pero «o fondo era marrón, tocaba coas mans, pero non vía nada». Explica que es un alivio poder devolver el cadáver a los familiares, aunque muchas veces no sea posible hacerlo. Durante varios años, los padres y el hermano del chico estuvieron yendo a Fisterra para mostrar su gratitud a los que se preocuparon por buscarlo durante días. Ayer mismo fue de los primeros que se presentó en el naufragio del Raygón.

Otra de las cosas que hace cuando no faena es jugar al fútbol. «Chámanme rapaces de 20 anos para unha pachanga de fútbol sala e aí vou», dice.

Teresa Búa

«Reventei os puntos da peritonite porque aínda non pasara un mes e eu xa estaba no fondo»  

El mayor susto de Guillermo Traba en el mar se lo provocó su apéndice. Tenía 17 años y se fue al mar pese a encontrarse mal. Llevaba unos días con dolor en el costado hasta el punto de que no podía dormir del lado izquierdo, pero lo fue dejando. Él atribuye el problema de salud a un consumo excesivo de Coca-Cola y reconoce que después de ese incidente que casi lo mata empezó a cuidarse.

Empezaban a trabajar en la playa de Carnota y él estuvo buceando toda la mañana. Cuando intentó subirse a la embarcación ya no fue capaz de apoyar su estómago sobre los laterales y tuvo que llegar a tierra nadando y remolcando la lancha en la que llevaba el longueirón. De hecho, tuvo que atarse el saco debajo de la cadera porque no podía con el dolor. Iba con su hermano y ambos acabaron en urgencias del hospital de Cee, donde le anunciaron que tenía una peritonitis aguda y lo mandaron inmediatamente para el Chuac

Recomendaciones médicas

Le dieron tres o cuatro meses de baja para curarse de la operación, pero las recomendaciones médicas fueron en vano. «Reventei os puntos da peritonite porque aínda non pasara un mes e xa estaba no fondo», recuerda. «Cargando 30 quilos e coa presión do fondo xa notei que algo se me rompía no estómago». Con ese segundo paso por el hospital ya se lo tomó con más calma y pasó más tiempo sin bucear, pero en cuanto fue capaz de correr un poco ya volvió al fútbol sala, que ha sido su pasión y donde llegó a hacerse un nombre, sobre todo en la liga de Cee. Lleva jugando desde los 15 años y todavía lo sigue haciendo en cuanto se le presenta la oportunidad.