Iago Guisamonde: «A túa responsabilidade non son só os soldos. Tes vidas nas túas mans»
MUXÍA
LOBOS DE MAR | Los tripulantes de su barco, el O Saburil, tienen casi 10 años más que él. «Se houbera axudas para o desguace iamos quedar catro», dice
17 ene 2025 . Actualizado a las 12:12 h.Cuando Iago Guisamonde (Nemiña, 1992) se sacó el título de patrón y empezó a gobernar una de los pesqueros de su hermano David pasó varios días sin dormir. «Tiña pesadelos, soñaba que iamos ás rochas», explica. Eso no pasó y al poco tiempo ya se había tranquilizado. «Tes que saber cal é o teu sitio», dice. Él lo conoce desde hace tiempo. Es el armador más joven de Muxía y representa la nueva generación, la que adora el mar, pero no está dispuesta a hacer excesivos sacrificios. «Eu traballo para vivir, non vivo para traballar», dice. Por eso le da más importancia a la seguridad que a las ganancias. «A túa responsabilidade non son só os soldos. Tes vidas nas túas máns», explica.
Empezó a faenar a los 16 años, muy tarde, según explica, si lo comparas con su hermano, apenas cinco años mayor. Explica que ya acompañaba a su abuelo en la lancha siendo un niño. De él también procede el nombre de su barco. O Saburil es el apodo familiar por parte de madre, del restaurante de Nemiña, donde Iago también trabajó. Ella quería que se quedara en tierra, en la hostelería, pero al joven Iago le tiraba mucho más el mar, también porque no lo considera tan esclavo. «Eu teño as fins de semana libres», dice.
Las razones de su progenitora para intentar convencerlos de que no se embarcaran son más que comprensibles. Iago tenía ocho años cuando su padre, Santiago Guisamonde, murió en Touriñán. Era percebeiro y golpe de mar lo arrebató de las rocas cuando faenaba con su hermano. Así, los intentos de la madre de separar a sus dos hijos del mar no dieron ningún resultado. Sin embargo, Iago no ha tenido ningún contratiempo en el mar salvo alguna avería. Reconoce que no está exento de tener algún accidente, pero cree que tiene tantas posibilidades como cuando viaja en coche por la carretera.
Su barco tiene 14 metros de eslora y considera que tiene suficiente, no aspira a más. «Paso todas as fins de semana na casa e tódolos días vou a terra», dice. Ni se ha planteado realizar singladuras más largas.
Temporales
No le impresionan los temporales porque los ha vivido desde niño. Recuerda que en Nemiña el mar ha llegado al restaurante familiar, por lo que está acostumbrado, pero no arriesga. Si el viento viene del sur busca abrigo en la parte norte y, sobre todo, se organiza para exponerse lo menos posible. «Os sistemas de predición son bastante exactos e podes decidir que días vas traballar cada semana para non comer tanto mal tempo. Non tes falta de arriscar», dice.
Aunque es un entusiasta del oficio reconoce que hay mucha gente cansada. «Se houbera axudas para o desguace iamos quedar catro», explica. Entiende perfectamente los motivos y sabe que mucha gente está aguantando porque no sabe qué hacer con el barco. Se trata de una gran inversión. «Hipotécaste como cando compras unha casa, a diferenza é que o piso non che dá para devolver os cartos», señala.
Las cuotas y las dificultades para encontrar tripulación son los principales problemas a los que se enfrenta este joven armador al igual que el resto. Sus marineros, dice, son bastante jóvenes. La media de edad es de 40 años, por lo que tienen bastantes más que él, lo que significa que cuando ellos se jubilen él tendrá que continuar con su empresa y necesita cuatro hombres para poder tener activa su embarcación, que compró en el 2001 en Fisterra. Ahora son cuatro personas, porque uno está de baja y van justos, pero con menos no podrían salir. A la tripulación hay que añadirle el transportista que les lleva el pescado a A Coruña, por lo que del O Saburil viven seis familias. Al final, la suya se puede considerar una pequeña empresa que tiene que salir adelante a base de congrio, merluza y abadejo.
«Cinco quilos de abadexo é unha burla. Habería que quitarlle a cabeza para que dera»
Iago está convencido que las personas que se han planteado la posibilidad de permitir solo la captura de 5 kilos de abadejo al día es porque no han visto uno delante en la vida. «Habería que quitarlle a cabeza para que dera», señala. Su preocupación es máxima porque vive de esta especie varios meses al año y tiene muy claro que una cuota de este tipo «é unha burla» para el sector.
Él va al palangre y reconoce que todos los pescados tienen su propia temporada. La del abadejo precisamente termina ahora y arrancó en octubre. Explica que para la pesca artesanal esta especie es clave y señala que su falta solo hará que haya más presión sobre otras, como ya ocurrió con otras artes y cita el cerco cuando se cerró la sardina.
Con la posibilidad del cierre real del abadejo, porque pescar 5 kilos al día resulta imposible, a barcos como el suyo le quedarían la lubina, el pulpo, la centolla y el congrio, aunque cada especie tiene su temporada y teme que todos los pesqueros acaben provocando una suerte de sobrepesca.
Limitaciones
Reconoce que son necesarias las limitaciones porque sabe perfectamente que si se le da toda la libertad el sector puede pasarse. Señala además que ahora hay bastante control y entiende los motivos para ello, pero también señala que los barcos tienen que poder trabajar y que los armadores han de defender sus empresas.
A pesar de todos estos problemas no tienen la más mínima intención de renunciar a la pesca porque fue el trabajo que eligió cuando todavía era un adolescente y porque, según explica, le entusiasma. Ahora espera que la cuota no vaya adelante.