LLos partidos tienen sus momentos y ayer el CD Lugo no encontró el suyo. Tiene intención de ser un equipo reconocible y no va mal tirada la propuesta. No quiere decir que sea un equipo predecible, que tampoco estaría del todo mal. Es la pretensión, el deseo, el propósito imagino de todo equipo y en esas estamos. Parece que el juego combinativo de inicio no entra en los planes tácticos y la apuesta es el juego directo. Una vez superadas la línea media, si se gana rechace, hacia arriba, si se pierde, hacia atrás. Mecanismos sencillos para dar seguridad y evitar riesgos en la salida del balón. La lucha, el trabajo y la pelea no se discute, se hace.
Así pues, empezamos a ver las señas de identidad. Esto es como ir al cine a ver una película y ya sabes de que va, la única cuestión es esperar a ver si el final es bonito o menos bonito. El espectador puede advertir qué va a hacer el equipo, el asunto es que esa misma puesta en escena, unas veces acabará bien y otras menos bien. Unas veces ganarás y otras no.
Lo de ayer, fue de momentos y de equivocaciones. Cuando juegas contra equipos de otra liga, los errores propios se convierten en aciertos ajenos, o no sé si los aciertos ajenos provoca dichos errores. El Lugo pagó dos de esos momentos y le costó el partido. Curiosamente tuvo su momento pero desafortunadamente no pudo aprovecharlo. Después quiso reaccionar, puso empeño, puso centros, puso jugadores en área contraria pero no fue capaz de meter miedo a un buen equipo como el Valladolid, que gestiono su inferioridad numérica de forma acertada.
Esta liga tiene muchas ligas, probablemente la de ayer nada tiene que ver con la que tengan que lidiar los rojiblancos, pero lo importante es competir cada partido y tener opciones de ganarlo. Cuando no puedas hacerlo, que sirva para fortalecer la idea y ver el crecimiento individual y colectivo. Y siempre, siempre, queda un aprendizaje, una lección, una experiencia. Hugo Rama ayer tuvo la suya. Seguro que la aprovechará para el futuro.