Carta abierta a Carlos Pita

Millán Gómez LUGO / LA VOZ

CDLUGO

ALBERTO LÓPEZ

08 feb 2023 . Actualizado a las 11:44 h.

Todavía no había terminado el verano de 2012. El Lugo venía de ascender a Segunda. Un club acostumbrado a la zona media-baja de Segunda B visitaba El Molinón ante un Sporting recién descendido desde Primera. Se habían disputado 20 minutos de juego y el partido se jugaba al ritmo del Lugo, y más concretamente al de Carlos Pita. Incrustado entre los centrales, jugando a su compás, con esa forma de correr tan característica, con la cabeza siempre alzada y como sin darse importancia. Entonces, unos aficionados del Sporting se giraron hacia mí y me dijeron: «¿Quién es vuestro número cinco?». Yo contesté: «Carlos Pita. Pero ni tocarlo».

Había llegado en verano de 2010 justo después de la marcha de Fernando Seoane al Nàstic. Y su adaptación fue inmediata. Y el destino del Lugo se estaba escribiendo. Con él en el campo vivimos los mejores años de nuestras vidas. Quique Setién consiguió la personificación de su idea de juego en el campo y Carlos Mouriz fichó a un icono y a su prolongación en el vestuario. El equipo fue campeón de Segunda B y perdió las dos finales por el ascenso. Pita no pudo jugar la ida de la segunda final por el ascenso en Alcoy y solo unos minutos finales en la vuelta. Pero decidió quedarse en Lugo pese a contar con ofertas de Segunda. Otros compañeros, legítimamente, decidieron marcharse. Desde entonces, en cada partido comenzó a atronar un cántico: «¡Pita sí, mercenarios no!». Nunca me gustó la segunda parte y sí mucho la primera. Mercenario es cualquier empleado que trabaja por un salario. Por tanto, no hay nada peyorativo. No obstante, con el paso del tiempo se convirtió más en un cántico de elogio a Pita que de desprecio a otros jugadores. Era una forma de decir que era un jugador diferente, una persona diferente. Y así fue en el Lugo durante doce felices temporadas.

Junto a Fernando Seoane y Manu se convirtió en el jugador más importante de la historia del club. La pieza del puzle que Setién necesitó durante sus últimas cinco temporadas en Lugo. Tras dos campañas, primero junto a Marcos Rodríguez y posteriormente con Rubén García ,llegó su homólogo necesario, su alter ego, su sombra en paralelo. Volvió Fernando Seoane al club. Y no necesitaron ni pretemporada para transmitir la sensación de ser una pareja que llevaba toda la vida junta. El Lugo fue Seoane-Pita y nueve más durante una década maravillosa. Un binomio que hizo reconocible al Lugo en toda España, ante cualquier rival y en cualquier contexto. Con ellos, el Lugo ganó en La Romareda, en El Sadar, en El Heliodoro, en el Estadio de los Juegos Mediterráneos o en el Martínez Valero y dieron exhibiciones en casa contra rivales como el Mallorca, Osasuna, Sporting, Villarreal, Las Palmas, Alavés, Valladolid, Dépor o Levante. Lo nunca vivido en Lugo. Ganaban 0-2 en El Sadar o 4-0 al Mallorca, terminaba el partido y volvían a introducirse en el grupo sin estridencias, sin alardes, sin darse importancia. Bromeaban entre ellos. Pita siempre agarrado a una pieza de fruta, siendo el primero en cargar las maletas y a jugar a las cartas. Ellos mantuvieron el grupo durante las últimas temporadas, caracterizadas por tantos ceses. Sin ellos hubiese sido imposible. Su labor fuera del campo ha sido tan importante como dentro del verde.

El pasado domingo fue el primer partido que Carlos Pita no pertenecía al Lugo desde el 29 de agosto de 2010. Aquel día de agosto el Lugo recibía al Fabril. Él formó mediocampo con el lucense Pablo Antas, canterano y discípulo suyo. No lo sabíamos, pero era el comienzo de los mejores años de nuestras vidas. El pasado domingo sentí un vacío. Sin Pita, el Lugo es menos Lugo, mucho menos Lugo. Al club le falta identidad. Le faltan sus valores, su lealtad, su valía y su personalidad. Desde 2015 se fue preparando para director deportivo para ir aprendiendo cómo tocar el balón desde los despachos. Pero volverá. Será en otro contexto. Y volveremos a ser muy felices. Gracias por tanto, Carlos. La honestidad es una obligación.