No se sabe bien cuando finaliza un camino. Advertimos claramente cuando se inicia otro. A veces están tan solapados que el desenlace de uno está tan unido al estreno del otro que se retroalimentan y la decepción de uno es la antesala de la irrupción de energía que provoca un nuevo arranque.
La suma de los cerca de diez mil animosos aficionados que se dieron cita en los dos últimos encuentros del CD Lugo me permiten ser optimista en el corto y medio plazo. Las gradas con cientos de niñas y niños inundaron de un colorido especial dichos eventos. Los jóvenes ven la vida de otra forma. Para ellos los noventa minutos fueron una fiesta, quizás incompleta porque en el minuto noventa y siete vieron a sus mayores derrumbarse por un inoportuno gol forastero, que para ellos fue una circunstancia más de la experiencia vivida. Mientras los adultos salíamos del estadio rotos de dolor, ellos preguntaban cuándo era el próximo partido. Creo que los mayores tendríamos que volver a ser niños, pero como va a ser imposible, mejor nos iría copiar de ellos.
Alimentar una nueva época, un nuevo momento, debería de ir más allá de resultados. Por supuesto que son importantes. Estamos acostumbrados en nuestra vida a caer y levantarnos, a superar dificultades, a vencer obstáculos. Las empresas también. Viven de resultados, de ventas, de imagen. Las que mejor imagen y ventas tienen son aquellas que no venden solo productos. Son líderes porque aspiran a mejorar la vida de las personas. Su marca se distingue de las demás por lo que nos hacen sentir. Se relaciona con ellas por las historias que evocan a sus usuarios. Les ocupa lo que son capaces de aportar para diferenciarse del resto. Más que interesante fue la intervención de Carmen Lence en un coloquio al que asistí esta semana subrayando dichas cuestiones.
Deseo un CD Lugo que enganche de nuevo, que no decepcione a los jóvenes, que haga de su marca un ejemplo de responsabilidad y evolución constantes. Que lidere la transformación de una industria futbolística y social en nuestra provincia. Que sea ambicioso y humilde a partes iguales. Inflexible y generoso a la vez en su hoja de ruta. Que sea tenaz, perseverante, constante, en la búsqueda de la perfección. Con visión para reinventarse cada día. Que no sea el reflejo solo del resultado, que los aficionados veamos más que un partido de fútbol. Capaz de influir para mejorar la vida de las personas de su entorno. Que ganar sea una consecuencia, no una circunstancia.