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Es muy alentador hablar con Javier Moro, porque es optimista, alegre y un conversador incansable. En el restaurante O Divino de Culleredo y con un enorme chuletón de vaca rubia gallega de testigo, comienza diciendo: «Hace 15 años los vinos de Rioja seguían siendo los favoritos de los gallegos, pero poco a poco los de Ribera del Duero fueron ganándoles terreno y nosotros, con las marcas de la bodega Familiar Emilio Moro, venimos para quedarnos, porque aquí se entiende de buenos vinos y la calidad es nuestra filosofía desde hace más de un siglo, cuando nació este proyecto, creado por mi abuelo».

—¿Su abuelo fue un visionario?

—Por supuesto, porque al principio vendía su vino a granel a los arrieros que venían de Castilla y de otros lugares de España, pero más tarde ya lo embotelló. También fue pionero en plantar tinto fino (tempranillo), cuando el resto de agricultores arrancaban sus viñedos y plantaban cebada, ya que estaba convencido de que esta era la uva del futuro en la zona de Pesquera del Duero. Y tenía razón. También se marcó la meta de elaborar siempre con la máxima calidad, hasta el punto de que si la cosecha no le convencía, ese año no tenía vino con su marca. Era un apasionado de la viticultura y constantemente estaba investigando y estudiando las plantas, porque sabía que allí era donde se aseguraba la permanencia en el mercado. Mi abuelo inculcó a mi padre todo el amor por el vino, y este a su vez nos lo transmitió a nosotros, la tercera generación, que estamos trabajando ya con la cuarta. Desde ese momento, no hemos dejado de innovar. Desarrollamos levaduras autóctonas y creamos los cuadernos de campo digitales, pasando por los drones o la geolocalización en viñedo.

—¿Cómo fue su experiencia gallega?

—Conozco bastante bien Galicia porque vine mucho por aquí en los 30 años que estuve de director comercial, pero tengo que decir que a nivel hostelero me llevé una grata sorpresa por el alto nivel que alcanzó en los últimos años. ¡Qué mejor prueba que este almuerzo en el que pudimos disfrutar con los increíbles productos del mar y el campo! Emilio Moro tiene una buena implantación en Galicia.

—Pero se sigue pensando que sus vinos tienen un precio elevado.

—Todo está relacionado con la calidad. Es cierto que tenemos tempranillos de gran nivel, como los Malleolus, vinos complejos, elaborados partiendo de viñas viejas y, aun así, con dos versiones, Valderramiro y Sanchomartín, que nace de viñedos a más de 900 metros de altura, o el Clon de Familia, que es el más alto de gama y del que producimos entre 1.000 y 2.000 botellas, según sea la añada. Pero también, aunque de viñedos más jóvenes, tenemos el Finca Resalso, si hablamos solamente de la Ribera del Duero, o los blancos del Bierzo, que ya producimos en Molinaseca, aunque la bodega la inauguraremos esta primavera. La diferencia en nuestros vinos está fundamentalmente en la edad de los viñedos y en el tratamiento en bodega, en donde las barricas y el tiempo que el vino está en ellas condiciona el producto final, aunque siempre la madera está en segundo lugar. Cuando abrimos una botella tenemos que encontrar suavidad, elegancia, y frutosidad.

—Define a sus vinos con personalidad, alma y pasión.

—Y así es, porque se distinguen fácilmente de los demás, ya que la morfología del racimo y las propias uvas los hacen diferentes. Los frutos de nuestros viñedos son más pequeños, las uvas tienen menos agua y la piel es gruesa, dato muy importante porque ahí es donde están los polifenoles, altocianos y taninos, que son los principales elementos que conforman la estructura de los vinos y su espíritu. Fuimos muy afortunados de heredar fincas, bodegas y el saber hacer tradicional, que seguimos practicando en la elaboración, aunque aplicando, donde se pueda, la maquinaria más avanzada. Queremos expresar lo que ofrece la uva tinta fina en estado puro.

—Dicen también que son el legado de una historia que continúa, ¿qué se aportó en los últimos años?

—Mucha innovación en los trabajos, tanto en el campo como en bodega, se abrieron nuevos e importantes mercados, hasta el punto de que tenemos dos embajadores de las bodega Emilio Moro en América, que son ya la cuarta generación familiar; reforzamos los mercados nacionales y elaboramos un vino ecológico, La Felisa, como homenaje a mi madre. Por otra parte, ampliamos nuestro catálogo con los godellos de la bodega del Bierzo y la incorporación del champagne Joseph Perrier. También seguimos trabajando en nuestro compromiso con la sociedad contribuyendo al reparto justo de los recursos del agua entre las poblaciones más necesitadas así como promover la educación de jóvenes de exclusión social. En fin, que esto demuestra que somos una empresa viva, que está en constante movimiento y que lleva la Ribera del Duero por todo el mundo.

—¿Cómo nace la colaboración con el diseñador gallego Jorge Vázquez?

—Surge de una pasión mutua por la tradición y el buen gusto y se ha desarrollado en varias fases de trabajo coordinado hasta finalizar con la presentación del estuche exclusivo Malleolus by Jorge Vázquez, inspirado en su colección y diseñado para vestir una de las referencias más icónicas de la bodega. Ha sido una experiencia muy gratificante ir avanzando conjuntamente para crear un universo donde el mundo del vino y el de la moda se dan la mano. En realidad lo que hacemos es ensalzar los valores de la tradición y del buen hacer, con la mujer como protagonista. —¿Otra obra de arte vitivinícola es el exclusivo Clon de Familia?

—Este vino, que colma las expectativas de calidad de Bodegas Emilio Moro, es un homenaje al Clon de Tinto Fino, que incorporó el abuelo y nuestro mayor activo. Lo elaboramos partiendo de la cosecha del 2015, calificada por el Consejo Regulador de Ribera del Duero como excelente, recogida en las parcelas más emblemáticas y representativas de los tres tipos de subsuelos de esta zona. Su crianza transcurre durante 18 meses en barricas exclusivas de roble francés, que respetan los aromas de la fruta y de la tierra de la que procede, expresando tradición, carácter y pasión. Este vino estuvo 26 días macerando en un depósito de pequeña capacidad en la fermentación maloláctica, y la crianza se hizo en toneles de roble francés. En la nota de cata, los expertos nos dicen que es un vino color rojo burdeos muy intenso. Que en nariz es expresivo y complejo, con una fruta muy elegante; los aromas terciarios aparecen en forma de balsámicos y cuero limpio, aportando más complejidad al conjunto y que en boca es potente con un tanino muy pulido y goloso, de postgusto muy largo y persistente.

todos de tinto fino, forman parte del catálogo de estas bodegas castellanas, ofertando diversas categorías, desde el Finca Resalso, en el principio de la gama, hasta el Clon de Familia, que está en lo más alto, además del ecológico

La Felisa.