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La Cornisa Cantábrica —que abarca, Asturias, Cantabria, Galicia y el País Vasco se caracteriza— y la zona norte de Portugal por un clima oceánico templado, con precipitaciones abundantes repartidas a lo largo del año y temperaturas moderadas. Este entorno climático, si bien favorable para el cultivo de maíz, también impone desafíos: exceso de humedad en determinadas fases, riesgo de compactación del suelo y dificultad para realizar labores en seco.

En cuanto a los suelos, predominan los perfiles ácidos, con texturas franco-limosas o franco-arenosas, baja saturación de bases y una actividad biológica moderada. Estas condiciones afectan directamente a la disponibilidad de nutrientes, especialmente el fósforo y el potasio, y condicionan la eficacia de los fertilizantes.

Tal y como comenta Laura Vázquez, Técnica del Departamento de Producción Vegetal de Delagro, «cultivar maíz de ensilado en este entorno requiere, por tanto, una estrategia nutricional adaptada, que tenga en cuenta tanto las exigencias fisiológicas del cultivo como las singularidades del suelo y del clima. Una buena fertilización no solo mejora el rendimiento, sino que asegura una mayor calidad del silo, clave para la producción lechera eficiente, sostenible y rentable.»

Planificación: análisis de suelo y herramientas de decisión

El primer paso hacia una fertilización eficaz es el diagnóstico. Realizar un análisis de suelo permite conocer el nivel de nutrientes disponibles, el pH, la materia orgánica y otros parámetros esenciales para decidir la dosis y tipo de abonado más adecuados.

«En este sentido, continúa Laura, herramientas como Ferplan, desarrollada por Delagro, se convierten en aliados imprescindibles. Esta plataforma digital integra los datos del análisis de suelo con los requerimientos del cultivo y propone un plan nutricional ajustado, tanto para el encalado como para la fertilización mineral y orgánica, optimizando cada aplicación.»

Además, Ferplan permite simular diferentes escenarios, estimar costes, integrar el uso de purines y asegurar el cumplimiento de los condicionantes normativos (zonas vulnerables, limitaciones por nitratos, etc.). En un contexto en el que la sostenibilidad agronómica y económica es clave, disponer de esta información permite tomar decisiones con base técnica, anticipar problemas y reducir ineficiencias.

Estrategia nutricional por etapas

El maíz es especialmente sensible a la disponibilidad de nutrientes en las fases tempranas del cultivo. Por eso, una nutrición escalonada y adaptada al ciclo fisiológico es fundamental para alcanzar el máximo potencial productivo.

  • Antes de la siembra, la aplicación de mejorantes de suelos como BLUE LAND ayuda a corregir desequilibrios, mejorar la estructura y aumentar la capacidad del suelo para retener y mineralizar materia orgánica liberando nutrientes. Esto es clave para mejorar la implantación y reducir el estrés hídrico o mecánico del arranque.
  • En la siembra, el abonado de fondo aporta los nutrientes esenciales para el arranque del cultivo. Opciones como BLUE STAR, Bisanina Maíz (fórmulas personalizadas) o YaraMila ACTYVA permiten una liberación equilibrada de nitrógeno, fósforo y potasio.
  • Durante el crecimiento vegetativo, la aplicación de nutrición foliar (como YaraVita LAST N, OPTITRAC o YaraVita Maíz) permite corregir carencias puntuales y potenciar el desarrollo vegetativo en fases críticas como la elongación del tallo o la formación de la mazorca, así como minimizar el impacto negativo de la aplicación de herbicidas e insecticidas.
  • En cobertera, productos como YaraVera AMIDAS, con nitrógeno y azufre, aseguran un suministro sostenido de nutrientes en momentos de alta demanda fisiológica, mejorando el rendimiento final y la calidad del silo.

Mirando hacia una nutrición sostenible

Laura Vázquez continua explicando que «en el nuevo contexto agroalimentario europeo, marcado por el Pacto Verde, la estrategia “De la Granja a la Mesa” y las exigencias de sostenibilidad de la industria láctea, está acelerando una transición hacia modelos de producción más eficientes y respetuosos con el medio ambiente. La fertilización no es una excepción.»

En este marco, las explotaciones ganaderas están adoptando:

  • Prácticas de laboreo más sostenibles, como el laboreo mínimo o la siembra directa, que reducen la erosión, mejoran la estructura del suelo y limitan la liberación de carbono almacenado.
  • Fertilizantes de alta tecnología, como los de la gama BLUE de Delagro, formulados para aumentar la eficiencia del uso de nutrientes y reducir las pérdidas por volatilización o lixiviación. Estos productos están diseñados para liberar nutrientes de forma gradual según necesidades del cultivo y adaptarse a las condiciones del suelo, reduciendo el impacto ambiental.
  • Aplicación de fertilizantes mediante dron, una técnica cada vez más extendida en fincas de difícil acceso o en condiciones donde la maquinaria convencional presenta limitaciones. Esta tecnología mejora la precisión, reduce el pisoteo del cultivo y permite aplicar solo lo necesario, donde se necesita.
  • Digitalización y gestión basada en datos, donde herramientas como Ferplan cobran aún más valor, ya que permiten planificar, ejecutar y justificar la nutrición del cultivo con criterios agronómicos, medioambientales y económicos.

Estas prácticas no solo son más eficientes, sino que cada vez más son premiadas por las industrias lácteas y certificadoras, que valoran la trazabilidad, la reducción de emisiones y el compromiso ambiental del ganadero.

Una nutrición planificada, es producir con seguridad

En la Cornisa Cantábrica, donde el maíz para ensilado alimenta a miles de vacas cada invierno, fertilizar bien no es solo una cuestión técnica: es una garantía de seguridad alimentaria, de sostenibilidad y de rentabilidad.

Una estrategia de abonado basada en diagnóstico, planificación digital, productos tecnológicamente avanzados y buenas prácticas agrícolas permite no solo mejorar el rendimiento del cultivo, sino también responder a las nuevas exigencias del mercado, cuidar el suelo y asegurar el futuro de la producción ganadera.

Porque, para Vázquez, «una buena cosecha empieza mucho antes de que el maíz emerja del suelo. Empieza con cada decisión que tomamos sobre cómo lo nutrimos»