Un siglo de Cenamor en La Voz

Carlos Fernández A CORUÑA

A CORUÑA

En 1905, el fundador de La Voz de Galicia contrató a Antonio Cenamor como jefe de máquinas. Hoy, su nieto y su bisnieto siguen trabajando para la misma empresa

30 dic 2005 . Actualizado a las 06:00 h.

En fútbol, las sagas suelen llegar a tres hermanos o a padre e hijo. Por ejemplo, los tres hermanos Gento. En política, suele ser de dos generaciones, como los Bush padre e hijo. En La Voz, la saga de los Cenamor, que acaba de cumplir un siglo, va por la cuarta generación y son seis los que con este apellido han trabajado y trabajan en la empresa. ?A Antonio Cenamor Gómez le sucedieron tres de sus hijos: Luis, Emilio y Andrés Cenamor Bóvez, y a éste último su hijo Andrés Cenamor Sutil, quien a su vez cederá el relevo a su primogénito Marcos. Todo comenzó en marzo de 1905, cuando Juan Fernández Latorre se trajo de Madrid para La Voz a Antonio Cenamor, que trabajaba en la imprenta Ribadeneyra. Ocupó el puesto de jefe de máquinas, con un contrato de 110 pesetas mensuales. Antonio, que llevaba una barba parecida a la del fundador del periódico, pronto demostró lo acertado de su fichaje y se hizo en poco tiempo con el manejo y secretos de la vieja Marinoni , a la que sustituiría, en 1912, una flamante Eureka . Antonio fue viviendo desde el periódico todas las convulsiones de la época, desde la monarquía alfonsina hasta la Segunda República y la Guerra Civil. Fue durante ésta cuando entraron tres de sus cuatro hijos: Luis, Emilio y Andrés Cenamor Bóvez. El primero lo tuvo difícil, pues estuvo algún tiempo en la cárcel por sus ideas políticas republicanas. Emilio permanecería más de medio siglo en la empresa, hasta su jubilación, y Andrés hasta su fallecimiento, en septiembre de 1983. Censura Siguiendo los boletines de La Voz, se encuentra una entrevista con Andrés, en julio de 1972. Llevaba 36 años en el periódico y recordaba su primer trabajo: llevar las pruebas de imprenta a la censura militar. Había veces en que iba escoltado por dos soldados, lo que para un niño de 13 años era un signo de importancia. Andrés Cenamor, cuyo primer sueldo fueron cuatro pesetas diarias, fue pruebero, tercer maquinista y, tras un accidente en una mano, ayudante de administración y de redacción, en donde era jefe de teletipos. Hablando de la rotativa Winkler recordaba que la tenía tan limpia y arreglada que se la consideró la mejor de España. Ahora, la máquina duerme sus sueños de tinta y papel en el Museo de la Prensa en Sabón. También recordó que en 1957, cuando el secuestro en A Coruña del niño Pepito Mendoza, la rotativa estuvo trabajando toda la noche hasta la tarde del día siguiente, tal era la demanda del público (el día de la liberación de Pepito se vendieron 45.000 ejemplares, todo un récord en la época). Otra aventura fue, en abril de 1958, el traslado de la Winkler del edificio de Puerta Real al de Cuatro Caminos, para que La Voz de Galicia no dejase de salir. Se acabó la tirada a las dos de la madrugada del domingo y se inició la operación de desmontaje. En la noche del día siguiente, la rotativa ya estaba en el edificio de Cuatro Caminos. Emilio recordaba que entró a trabajar con 14 años de edad y que llevaba toda la vida «cheirando a tinta». Su horario casi siempre fue de tres de la madrugada a nueve y media de la mañana, y añadía: «Siempre dormí cuando los demás trabajan».