Aquellos años veinte

Carlos Fernández A CORUÑA

A CORUÑA

Historias de A Coruña | Recuerdos de una escritora La recién fallecida Ana María Alvajar relata en el libro «Soltando lastre» su infancia en la ciudad. Era una habitual del cine, la ópera y las corridas de toros

13 may 2006 . Actualizado a las 07:00 h.

Uno de los mejores capítulos del nostálgico libro de memorias de la recién fallecida Ana María Alvajar ( Soltando lastre , Ed. do Castro) es el dedicado a su infancia en A Coruña en los años veinte. Ana María, nacida en 1918, hija del periodista y político republicano César Alvajar Diéguez y de Amparo López-Jean, recibió desde niña una educación culta y progresista, aprendiendo el manejo del violín, de la que sería una virtuosa intérprete. En el libro, Amparo narra como era aquella Coruña. Vivía en la calle Puerta de Aires, cerca del Parrote, en cuya playa, todavía de arena y aguas limpias, se bañaba con frecuencia en el verano. «La playa _escribiría_ en pleno corazón de la ciudad, preciosa, con sus históricas puertas y fino arenal y mucho más abrigada que la entonces de moda, la de Riazor, con sus casetas, marquesinas y románticos jardines». En el Parrote, Ana María, con su amiga Cheruca, jugaba al clavo, hacía castillos en la arena o buscaba las conchas que allí depositaba la marea. El cine era entonces una de las principales atracciones de la ciudad. Ana María recuerda de aquella época los filmes de Shirley Temple, Mary Pickford, Charlot, Buster Keaton, Maurice Chevalier y Lilian Harvey. Destaca la primera película sonora que se proyectó en la ciudad. Se titulaba Troika y fue estrenada en el teatro Rosalía. Muchos largometrajes los veía en el bajo del Kiosco Alfonso, dividido en dos partes, con una pantalla en el centro. Los espectadores de un lado las veían al derecho y las del otro (se supone que pagaban menos) al revés. También recordaría la primera ópera que vio en su vida, acompañada de su abuela. Era Tosca , representada en el Rosalía, llamándole la atención que la tiple, después de matar al malvado gobernador, se entretuviera en velarle con los candelabros que adornaban la mesa de la cena. El famoso Mirco Un personaje que le llamó la atención fue Mirco, un famoso homosexual que imitaba a las estrellas del cine y causaba más simpatía que risa entre los coruñeses. Cuando estalló la guerra civil en el 36, los falangistas quisieron tirarle al mar, pues consideraban a los de su estado iguales o peores que comunistas, masones, judíos y liberales. «El bueno de Mirco _añade Ana María_ acabó en Barcelona, donde fue famoso en varios teatros. En una ocasión, encontró en el Barrio Chino a una señora de muy buena familia de A Coruña, que había huido harta de aguantar a su despótico marido, acogiéndola en su casa y dándole protección». Otra curiosidad de la época era una enana, de «voz atiplada y áspera», que cantaba en un café de variedades, en plena calle Real, y a la que llamaban Miss Anita. Recuerda Ana las corridas de toros y el horror que causaba en los espectadores cuando un toro destripaba al caballo (iban sin petos), esparciendo las vísceras por el ruedo, o saltando éstas a los tendidos. Espectáculo más saludable era el Circo Feijoo, con payasos como Pompoff, Tedy y Emig, antepasados de Gaby, Fofó y Miliki.