¿Quién se come las aletas de tiburón?

A CORUÑA

06 feb 2009 . Actualizado a las 14:38 h.

Una simple inspección visual a los separadores azules del carril bus, también conocidos como aletas de tiburón, permite comprobar el deterioro de las piezas solo cinco meses después de su colocación. Desde Federico Tapia hasta la calle San Juan, un total de 374 aletas surcan el centro de la ciudad de A Coruña. Cincuenta de estas estructuras presentan magulladuras o rascazos y nueve han sufrido dentelladas de tal calibre que dejarían en ridículo las del tiburón de la película de Spielberg.

De las 120 piezas que hay en la calle Federico Tapia la cuarta parte están mordidas. Las peor conservadas son las del comienzo de la ruta, a la altura de la iglesia de los Capuchinos. En ese punto, los conductores de los autobuses urbanos comprobaron desde la puesta en marcha del carril bus que no podían girar con normalidad. A petición de la Compañía de Tranvías, la concejalía de Transportes retiró varias de esas aletas en el mes de septiembre, pero el espacio sigue siendo muy justo. «Es el único punto problemático», reconoce el gerente de Tranvías, Jose Prada. Otros tramos del carril bus presentan, a día de hoy, un deterioro importante. Dos aletas de la plaza de Galicia y una de la calle Rosalía de Castro se han quedado en el chasis. No es que estén para el arrastre: es que no valdrían ni para ese plato tradicional de la cultura china que es la sopa de aleta de tiburón.

Recuento de golpes

En el resto del trayecto la cuestión mejora visiblemente: desde la calle Francisco Mariño (una dentellada), pasando por la plaza de Pontevedra (cinco magulladuras, tres rascazos, dos dentelladas), San Andrés (dos aletas levantadas, dos magulladuras) y la calle San Juan (35 aletas y las 35 perfectas; increíble, pero cierto), queda claro que en este tramo el panorama no es tan desolador como al comienzo del carril bus.

La pregunta es: ¿quién se come las aletas? Según la concejalía de Transportes, «los culpables son, fundamentalmente, los buses, aunque también los camiones y los automóviles en los giros, en las incorporaciones y al salir de los aparcamientos». Desde el Ayuntamiento dicen que son despistes por la falta de costumbre. Por este motivo, en los últimos meses se suprimieron algunas aletas ubicadas en la cercanía de los garajes privados. Los conductores de los autobuses urbanos no están dispuestos a pasar como los únicos responsables de las susodichas dentelladas. Lito Ares, conductor de la línea cuatro, realiza el recorrido completo del carril bus. «Es muy raro que nosotros toquemos las aletas». Lito subraya que por el carril bus pasan, de noche, los camiones de recogida de basura y cartón. En su opinión, las furgonetas de reparto y los vehículos también chocan con los separadores azules. «Yo he visto coches literalmente encima de las aletas. Son los que más las muerden; las rascan mucho al girar y al aparcar», apunta Lito. Este conductor de la línea cuatro está conforme con el sistema de separadores en forma de aleta así como con el ancho que a cada bus le corresponde en la vía. «Pasamos perfectamente», explica.

Inspecciones cada dos días

Los técnicos de los talleres municipales de A Coruña eran hasta ahora los encargados del mantenimiento del carril bus. Su cometido consistía en realizar una inspección una vez al mes. En vista de los tutes que se meten a diario las piezas, el Ayuntamiento ha decidido aumentar las revisiones. Desde hace unos días, los propios inspectores y conductores de la Compañía de Tranvías de A Coruña realizan las labores de vigilancia. Su cometido consiste en inspeccionar las piezas del carril bus cada dos o tres días para comprobar los daños. Al departamento de Transportes no le parece bien que «un elemento estropeado en la vía pública tarde un mes en ser reparado o sustituido».