La jubilación de la propietaria de Astoria pone fin a 62 años de actividad en plena calle Real. Por este establecimiento pasaron artistas como Massiel o Melanie Griffith
29 jun 2010 . Actualizado a las 19:09 h.Los escaparates con vidrios curvos del centro de la ciudad parecen condenados a colgar carteles de despedida. Curvos eran los del bazar Martí de la calle Real, que dio carpetazo el verano pasado a su actividad. También, los de la floristería Consuelo Obdulia de San Nicolás, que se despidió hace unos días. Y lo son los de la zapatería Astoria, el establecimiento que desde 1948 despachó calzado a generaciones y generaciones de coruñeses. Precisamente la tercera generación de la familia Franco, la que inauguró el comercio en la calle Real 45, regentaba actualmente el negocio. La jubilación de su dueña, María Teresa Bao, ha forzado el punto y final. Y el local, que otrora simbolizaba el refinamiento y el lujo para los pies coruñeses, se ha convertido en una bulliciosa tienda de saldos, con grandes descuentos en los pares sueltos y clientes a la caza de la última ganga antes de que la puerta se empuje definitivamente para no abrir más. Entre los zapatos que quedan existen modelos antiguos. Evocan un pujante comercio local ajeno a las multinacionales. Entonces, las estrellas de Hollywood marcaban el estilo y, tras el pase de un filme en el Colón o en París, se acudía a estas tiendas para buscar un modelo parecido al de Audrey Hepburn o Sophia Loren. Junto a la zapatería Vogue, la Triay y Los Pequeños Suizos, Astoria y su filial Versalles -situada también en la calle Real, metros más abajo- eran verdaderas referencias del género en la ciudad. Tal es así, que muchas de las vedetes y actrices que pasaban por A Coruña acudían al local a comprar las últimas novedades. La estampa no se queda solo en una jovencísima Massiel que, siendo una estrella internacional, se probaba tacones en julio de 1967 en una visita a la ciudad. Hace dos años, coincidiendo con la entrega de las Medallas de Oro al Mérito en las Bellas Artes, en la que resultó galardonado Antonio Banderas, el escaparate de la tienda llamó la atención de su mujer, Melanie Griffith. La americana se probó varios modelos y mostró su admiración por la decoración del local. Esa ornamentación no ha variado ni un ápice de la que se encargó hace 62 años. Dos escaparates con los mentados cristales redondeados dan la bienvenida al cliente. El suelo luce un mosaico con el logotipo de Astoria. Dentro, continúan las sillas con el tapizado original, los coquetos escaparates interiores en los que lucían las piezas más destacadas, un mostrador de madera reforzado por cuero granate y un letrero amarilleado por el paso del tiempo con una advertencia («Todos nuestros artículos son de piel legítima») que es pura melancolía. Sin embargo, estos días la tienda no está para enredarse en la nostalgia de un tiempo pasado que se despide día sí, día también. El ritmo de venta resulta frenético. Los empleados no saben cuándo será exactamente el último día. Venden y venden y vuelven a vender. Con modales exquisitos, mucha seriedad y enorme paciencia. Sabiendo en dónde está cada caja en el almacén sin necesitar un ordenador ni un lector de código de barras. Como se hacía antaño, como se hizo siempre.