Un mundo dentro de un edificio

Javier Becerra
javier becerra A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

La Voz explora el interior de uno de los edificios más singulares de A Coruña

08 mar 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

En la actualidad hay muchos elementos que distraen la mirada pero, en su día, el edificio Aliko venía ser el saludo arquitectónico de la ciudad para quien entraba por la avenida Alfonso Molina. A finales de los setenta y principios de los ochenta esta imponente construcción se erigía en el horizonte, atrayendo a todos los ojos. Ahora, compite con Carrefour, el edificio Proa o la Torre Urbis y, solo en la entrada por tren, sigue ejerciendo su valor simbólico de bienvenida. Cuando los viajeros se cruzan con él, saben que ya es el momento de coger la bolsa y preparase para bajar.

Construido en los antiguos terrenos de una fábrica de conservas, el edificio Aliko ocupa los números 36 y 37 de la avenida de la Sardiñeira. Se trata de una obra del arquitecto José Ramón Miyar Caridad, que aún hoy despierta la admiración de los ciudadanos por su gran volumen y sus formas inusuales. «Mis amigos alucinan, cuando vienen», comenta David Rodríguez, vecino del inmueble que comprende la extrañeza de las personas ajenas: «Cada vez que viene uno preguntan por qué escalera tienen que ir, cuál es su ascensor, etcétera».

Visto desde cerca, el Aliko tiene aire a juego de construcción y rompecabezas. Precisamente, el modo de resolver todo esto, es uno de sus mayores valores arquitectónicos. El profesor de la ETSA de A Coruña Fernando Agrasar lo explica: «Para mí lo mejor de ese edificio es que, teniendo un volumen tan enorme, se resolvió muy bien, creando algo muy amable». La clave se encuentra en el perfil unificador de la cubierta, que le da un aspecto piramidal.

171 viviendas

Bajo esa cubierta se resguarda un edificio con 171 viviendas. Erminio Antelo, uno de los dos porteros que trabajan allí, se ríe cuando se le habla del laberinto en el que desarrolla su actividad cada día: «Xa non é a primeira vez que entran rapaces no piso para botar publicidade e hai que ir a buscalos». Más allá un portal con su ascensor, sus escaleras y sus pisos, el Aliko deja al visitante que pasea por sus entrañas con la sensación de estar ante algo único.

Por ejemplo, la planta 13.º conecta las dos alas del inmueble por unas serie de conexiones en las que resulta tremendamente fácil perder la orientación y no saber en donde esta uno. «Si, aquí e onde tiven que vir eu a sacar a algún», recuerda el portero. Además, desde la 14.ª se dibuja una escalera de incendios que llega hasta el primer piso. De ahí a la planta baja se extiende una escalera de metal que no se ve a simple vista. «Algún, algunha vez foi por aí e logo no sabía como ía baixar», rememora Erminio que asegura que en los 22 años que lleva trabajando allí solo se produjo un pequeño incendio sin menores consecuencias.

También es obligado destacar la planta diáfana que se usa a modo de terraza. «Aquí antes había una canastra de baloncesto e unha portería de fútbol para os mais pequenos», señala el portero.