La última frontera del botellón

A CORUÑA

16 oct 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

U n himno de juventud de buena parte de los cuarentones actuales era una canción de Ramoncín, sí el mismo de la SGAE, titulada Litros de alcohol. En la última década, no hay reunión lúdica que no incluya el «alcohol, alcohol, hemos venido a emborracharnos...». Y algunos, en los últimos cinco años, han llevado al extremo esa pasión por el coma etílico para completar con una apología de los hunos y no dejar pisar la hierba allá por donde pisan esas peculiares hordas bárbaras.

Méndez Núñez, y sus tesoros escultóricos y florales, son testigos del afán devastador de estas reuniones juveniles que a altas horas se convierten en auténticas hordas. Y contra eso, por el momento, ninguno de los partidos políticos que tienen -o han tenido- responsabilidades de gobierno han encontrado un antídoto. Solo la lluvia y el frío se han revelado como medidas eficaces para neutralizar las concentraciones masivas de jóvenes.

Hay, además, una larguísima panoplia de medidas legales de posible, pero impopular aplicación: las multas disuasorias, la prohibición efectiva y total del consumo de alcohol en la vía pública o las aplicaciones de las ordenanzas municipales. Dicho en términos populares, mano dura.

Claro que esa decisión tampoco es sencilla. Y menos en vísperas de otra cita con las urnas, un mal endémico en España, sometida a procesos electorales casi una vez al año que imposibilitan, por el tacticismo político, la adopción de medidas de control real de un fenómeno que todos los expertos coinciden en señalar como muy pernicioso para la generación actual.

Por eso, la sentada general propuesta por el concejal de Seguridad, Julio Flores, con todos los agentes sociales para consensuar una respuesta nueva contra el fenómeno del botellón es una buena idea que, lamentablemente, no pasará de una foto y un titular amable. Porque luego, cada uno de los protagonistas se limitará a hablar de su libro e intentar sacar la máxima ventaja posible de la situación.

El botellón es un problema social, de seguridad ciudadana y sanitario. Pero, sobre todo, es un problema de educación. Los jóvenes tienen todo el derecho del mundo a reunirse, pasarlo bien e, incluso, a beber en la calle. Pero alguien debería recordarles que entre sus deberes están los de respetar el derecho al descanso de los demás y a no destrozar el patrimonio colectivo.

La sentada general propuesta por Flores es una buena idea que difícilmente pasará de una foto de familia