La Universidade da Coruña (UDC) afronta un cuatrienio capital para su supervivencia con el continuismo como receta. Su salud académica cuenta con las sólidas raíces de una cualificada masa de profesores y catedráticos y la creciente demanda de los alumnos, que han aumentado de forma constante en los últimos cuatro años. El problema fundamental radica en los planes de futuro. El equipo dirigido por José María Barja deja como herencia una difícil mejora de los ingresos. Los 126,9 millones de euros de presupuesto actuales de la UDC están condenados a menguar. La falta de competitividad de la institución se ha traducido en el fracaso total a la hora de hacerse con alguno de los campus de excelencia que abrirían el grifo del dinero. Y las ayudas procedentes de la Xunta también se restringen debido a esa pérdida de influencia. Esa situación es en parte la que ha provocado el aluvión de aspirantes, hasta cinco, en la carrera por el rectorado.
El ganador, Xosé Luís Armesto, era uno de los hombres fuertes del anterior equipo. Él participó en decisiones tan controvertidas como la autorización de obras sin licencias en el campus, que ahora le tocará remendar. También tendrá que dar una nueva orientación a la UDC para abrirla a una sociedad con la que mantiene una relación más bien distante. Y, sobre todo, pelear por mejorar la financiación de la entidad, que tiene la peor ratio de inversión por alumno de todas las universidades españolas.
Armesto tendrá que lidiar además con una oposición a la que solo le ha sacado 115 votos ponderados en las urnas. Su escueta victoria le obligará a escuchar a los vencidos para conseguir una universidad mejor y más fuerte.