El paro cae por quinto mes consecutivo. Los concesionarios gallegos ya venden más de cien coches cada día. El comercio minorista encadena diez meses de mejora de las ventas. La evolución del PIB ha dejado de ser, aunque tímidamente, negativa. El Gobierno revisa al alza las previsiones de crecimiento de la economía española. Y, como si quisiera subrayar que España no es Grecia y quizás con el horizonte electoral en la cabeza, el presidente saca pecho y anuncia que en la nómina de este mismo mes notaremos ya la rebaja del impuesto sobre la renta que había prometido para el próximo año.
Con algo más de cuatro millones de parados y decenas de historias personales que ponen carne y alma a la crisis por la que aún transitamos, resulta difícil hablar de recuperación. Pero haríamos trampa si no se reconociesen síntomas de mejoría en el enfermo. Hacerlo, además, puede contribuir a sacarlo de la unidad de reanimación con mayor rapidez, porque aunque el optimismo solo no cura es siempre mejor medicina que el pesimismo. Lo es si lo practican los que crean empleo y quienes han de mover su dinero para dinamizar la economía.
La discusión ahora es en qué condiciones salimos de la crisis, si es que de verdad salimos. La nueva rebaja del IRPF pondrá en manos de los consumidores (de los que tienen renta del trabajo) unos 1.500 millones de euros. Poca cosa repartido entre los millones de perceptores, pero un estímulo para contribuir a animar la economía. Lo que muchos ponen en duda es que volvamos a ser lo que fuimos, que los servicios públicos recuperen su calidad y extensión, que los salarios y los empleos sean una garantía para poder vivir.