Otra ronda de Strauss, por favor

Antía Díaz Leal
Antía Díaz Leal CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA

21 dic 2016 . Actualizado a las 20:51 h.

En los años cuarenta, el director de orquesta Josef Krips decidió incluir en el programa del concierto de Año Nuevo de Viena la Marcha Radetzky. Setenta años después, poco podían imaginar Krips, el mariscal Radetzky y Johan Strauss padre que el pegadizo ritmo iba a convertirse en un bálsamo en las relaciones entre María Pita y Monte Pío.

el alcalde de A Coruña, Xulio Ferreiro, el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijoo, y el consejero delegado de Gas Natural Fenosa,
el alcalde de A Coruña, Xulio Ferreiro, el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijoo, y el consejero delegado de Gas Natural Fenosa, Pablo Candamio

Con el Palacio de la Ópera convertido en una ensalada de pieles, vaqueros, terciopelos, camisetas, encajes, tacones, zapatillas, corbatas y alguna pajarita (es lo que tiene que ya no se vaya de largo a la ópera, que ahora que no te vistes como Julia Roberts para ir a La Traviata, no sabes qué ponerte y o sacas toda la artillería o pasas de todo), Xulio Ferreiro y Alberto Núñez Feijoo se sentaron en el palco. Un palco un tanto desangelado, visto desde fuera, y quién sabe cómo de políticamente frío desde dentro. Nada que la música no pueda solucionar.

Manos a la obra se pusieron Beethoven, Sibelius y Chaikovski en un concierto (fantástico) de la Orquesta Sinfónica de Galicia con piezas muy políticas: del patriotismo de Finlandia al homenaje a los soldados de la Marcha Eslava, pasando por la sinfonía con la que los vieneses celebraron la liberación de Europa de la bota de Napoleón. Tal vez impregnados por ese espíritu patriótico, tal vez relajados con la perspectiva de tener un domingo por delante lejos de los despachos, las variantes del AVE y los presupuestos municipales, el presidente de la Xunta y el alcalde llegaron a los bises con ánimo suficiente como para sacar el espectador de a pie que llevan dentro. Porque entonces aparecieron en el escenario los gorros rojos, los pompones blancos, y el palco y el resto del respetable con sus pieles y sus zapatillas y sus tacones y sus vaqueros nos vinimos arriba.

Que es exactamente el efecto que provoca la Marcha Radetzky. Todos los españoles debemos de llevar dentro un concierto de Año Nuevo. Todos hemos querido ser, alguna vez, ese millonario japonés o esa jequesa que tienen una entrada. Todos hemos querido dar palmas a ritmo de Strauss para cerrar un concierto. Todos queremos que un día el director de orquesta se dé la vuelta y nos guíe. Todos, también Feijoo y Ferreiro. Que aplaudían quién sabe si con la misma alegría que los demás, plasplás, quién sabe si porque no quedaba más remedio. Quién sabe si con cada palmada pensaba el alcalde que el presidente cree que no gobierna la ciudad, sino que la entretiene, plaspás. Quién sabe si el presidente con cada aplauso recordaba a Ferreiro diciendo que oculta bajo una puesta en escena la inacción absoluta, plasplás.

Menudencias, pensarían. Que nos pongan otra de Strauss.