El fin de Meirama acaba con 180 años de carbón en la ciudad

Eduardo Eiroa Millares
eduardo eiroa A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

MARCOS MIGUEZ

La Medusa, un edificio que entró en funcionamiento en el 2007 tras una inversión de 20 millones de euros, quedará sin servicio

03 feb 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

El anunciado cierre de la central térmica de Meirama en el 2020 supondrá un cambio importante en la ciudad. A esa planta llegan a diario entre 6.000 y 7.000 toneladas de carbón que se quema para producir electricidad desde los años 70.

El fin del carbón supondrá dejar sin función un edificio singular que ya forma parte del paisaje urbano. La Medusa, que entró en servicio en el 2007 tras una inversión de 20 millones de euros, dejará de servir para almacenar el mineral. El carbón es también -todavía- la principal fuente de negocio de la estación de San Diego.

Su desaparición dejará prácticamente vacías las playas de vías, donde el principal tráfico que quedará será el de madera. Entre cinco y seis trenes diarios con 20 vagones de carga cada uno salían a diario de San Diego hacia Meirama. Dejarán de hacerlo. 

El principal combustible

Esa tradición minera, en A Coruña como en todas las urbes, fue un combustible esencial durante más de un siglo y medio. En 1841 zarpó del puerto el Primer Coruñés, el primer buque registrado en la ciudad propulsado por un motor de vapor que empleaba carbón como combustible. Tenía 180 caballos de potencia y realizó su primer viaje a Burdeos haciendo escalas en Gijón, Santander y Pasajes. Desde entonces navegaron muchas más embarcaciones con esos motores por las aguas de la ciudad. Las carboneras fueron hasta bien entrado el siglo pasado una parte de la vida de los barrios, porque no solo los trenes y los barcos se movían con ese combustible, sino que también los particulares lo empleaban en cocinas y braseros. 

La llegada del motor de explosión, de la electricidad y del gas sacaron el carbón de las calles de la ciudad e hicieron más limpios el tren y el puerto, pero Meirama tomó el relevo en el gran consumo y las negras piedras siguieron llegando. Eso sí, para un solo consumidor, la térmica.

Al carbón plantaron cara durante años los vecinos de Os Castros, cansados de respirar polvo oscuro y de limpiar cada dos por tres sus ventanas veladas por las partículas que depositaba el viento sobre ellas. La Medusa se hizo precisamente para evitar esa molesta presencia. 

Tampoco en el puerto exterior

El carbón ya no llegará al puerto exterior, donde tenían su destino todos los tráficos molestos. Desaparecerá llevándose el polvo, pero también se evaporarán con él los 1,1 millones de euros que esos tráficos dejaban cada año en las cuentas de la Autoridad Portuaria. Tanto la facturación como el volumen de mercancías se verán perjudicados por esa marcha: 1.120.000 toneladas entran cada año en el puerto. Es el 8 % de los tráficos totales que registra. Por ahora, no se conoce un sustituto para esa fuente de ingresos llegados desde el mar. 

Fin de un ciclo

El cierre de Meirama acabará definitivamente con 180 años de historia de un combustible del que primero dependieron directamente los hogares y después indirectamente, a través de las centrales térmicas: sin carbón no había electricidad suficiente. El poco que quede ahora será el que venden en los supermercados para alimentar veraniegas barbacoas.