El buzón se ha convertido en un infierno. Y no, no porque se llene de propaganda electoral estos días. Literalmente, en el de mi casa acecha el Apocalipsis. El viernes pasado llegó la propaganda del PSOE para las elecciones europeas... y un amenazante folleto que alertaba de la llegada del fin del mundo. Si se leía todo seguido, el cuento decía así: «La Europa que quieres. Temed a Dios, y dadle gloria porque la hora de su juicio ha llegado...». Hasta los puntos suspensivos resultaban inquietantes. El folleto, por cierto, estaba mejor documentado que cualquier programa electoral al uso, cargado de versículos que avisaban de la proximidad del fin del mundo con precisión bíblica. Y habrá quien crea, claro, que algún partido político es algo así como el juicio final, pero tampoco hay que exagerar y asustar al personal, que hay quien oye invocaciones satánicas si escucha Starway to Heaven al revés, y habrá quien crea, después de encontrar esto en el buzón, que Borrell es el anticristo. Y puede que nuestros candidatos sean un poco plomos, pero de ahí a imaginarlos cantando Time is on my side como el ¿simpático? demonio que tortura a Denzel Washington en Fallen, hay un trecho. No logro imaginar a un genio malévolo de la propaganda política recorriendo los buzones de la ciudad para colar sus mensajes apocalípticos para hacerlos coincidir con la publicidad de un partido concreto, pero desde que apareció el folleto en cuestión, solo me fijo en las ofertas que llegan con el resto de los partidos políticos. Desde la factura del gas al 2x1 en pizzas, encuentro sospechosos mensajes ocultos cada vez que meto la llave para sacar el correo. La verdad está ahí fuera, o en el buzón, o en el folleto de la clínica dental. Inquietante.
Con lo tensa que está la política y la sucesión (un tanto diabólica, vale) de campañas electorales, se cuelan mensajes perturbadores por todas partes. Al lado de casa, del trabajo y en varias calles, me he tropezado con carteles bastante rudimentarios que alertan de que «¡¡La segunda gran depresión viene pronto!! ¡¡La catástrofe!!». Así, con sus exclamaciones dobles y la terrible incógnita de no saber a qué depresión se refiere, ni la magnitud de la hecatombe que se nos viene encima.
Habrá quien crea en todas estas cosas y escribirán, preocupados, a las direcciones de correo que figuran en folletos apocalípticos y carteles catastrofistas. Igual estamos aquí tan contentos pensando que el domingo solo votamos a un alcalde o alcaldesa y a los eurodiputados y resulta que no, que a saber si nos jugamos mucho más, algo así como la vida eterna o un buen asiento para el fin del mundo, que visto el final de Juego de tronos, debe ser un espectáculo.