Con Pepucho, en el Miño Azul

Luís Pousa Rodríguez
Luis Pousa CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA

XOSÉ CASTRO

He bajado a echar un vistazo y me he reencontrado con esas dos cuestas lúgubres, Papagayo y Tabares, donde abrevaba y se apareaba la Coruña canalla al caer la noche.

24 nov 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Enciende uno la tele últimamente y no para de salir Xosé Castro, Pepucho, de lo cual nos alegramos un montón los que hemos tenido la suerte de trabajar con él en La Voz y de aprender que el periodista no se puede estar quieto, tiene que intervenir, mojarse y entrar hasta la cocina en las noticias. Con Pepu ibas a cubrir un incendio y, cuando te dabas cuenta, estabas dentro del salón chamuscado hablando con la señora de la casa y, si te despistabas, acababas empuñando una manguera en el rellano para echar un cable a los bomberos. Eran otros tiempos y las entrevistas no se hacían por teléfono, sino de cuerpo presente, para ver si al interrogado le temblaba la papada cuando te mentía.

A Pepucho lo han aireado ahora en las teles porque él fue quien hizo la histórica foto de dos guardias civiles sacando a Franco en volandas para salvarlo del fuego del pazo de Meirás. Un Franco al óleo que los agentes parecían llevarse detenido al cuartelillo cuando empezaba la cosa de la Transición y que Xosé Castro, Pepu para los amigos, clavó en blanco y negro en los libros de Historia.

A Castro también lo han sacado en la tele por sus fotos del Papagayo, que cuelgan estos días en la Fundación Luis Seoane. He bajado a echar un vistazo y me he reencontrado con esas dos cuestas lúgubres, Papagayo y Tabares, donde abrevaba y se apareaba la Coruña canalla al caer la noche.

Y entre las fotos de Pepu y de su hijo, Óscar Paris, me quedo quizás con aquel otro Papagayo que nos cuentan los letreros de las casas de putas: Montecarlo, Benidorm, Bolero, Tropical, Mowenpik... y, mi favorito, ese luminoso con su anuncio de Fanta de naranja del café bar Miño Azul, trasunto golfo y coruñés, supongo, del dichoso Danubio Azul. Se ve que aquí siempre hemos sido más de Andrés do Barro que de Strauss.