Larafuzas de chocolate

Antía Díaz Leal
Antía Díaz Leal CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA

JOSE PARDO

Cada vez que el larafuzas se mancha de chocolate, yo escucho sus carcajadas. Las de ella. Y sonrío también

01 dic 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Mi madrina dijo «¡es un larafuzas!» cuando recibió la foto de los dos sobrinos, una devorando churros con chocolate sin un grano de azúcar por la cara, el otro embadurnado de chocolate hasta las cejas. Eres un larafuzas, le dije la semana pasada mientras le limpiaba un churretón de chocolate del jersey. Se rio, con la boca llena de churros. Sentados en una de las mismas mesas del año anterior en el Bonilla de la calle Galera, asomados a la barandilla de arriba, pensé si cada chocolate con churros que nos queda por tomar allí sabrá a risas y larafuzas.

El sentido de la memoria del teléfono tiene algo perverso, o tal vez lo perverso es el tiempo y la ausencia. Qué sabrán los mecanismos insensibles y asépticos de Google acerca de mis recuerdos cuando me dicen que hace tres años, mi madrina daba de comer ensaladilla al retaco cuando era apenas un bebé, pero pruébala que es de las que se llevan premios, le decía yo en el Culuca un día de noviembre. El teléfono no recuerda nada más que la anécdota temporal. No sabe de las risas compartidas, del libro de la oruguita glotona pringado de mayonesa, no sabe que ella, que tan poco comía, disfrutó de aquel menú como una niña, como siempre que conseguíamos llevarla a un sitio nuevo y nos sorprendía pidiendo saquitos rellenos en Casa Ponte o carrilleras en un mesón de Emilia Pardo Bazán, o su siempre predecible pescado en La cabaña del pescador.

No sabe la aplicación que larafuzas es sinónimo de larafuceiro, que dice la Real Academia Galega que es un «neno que mancha moito a cara ao comer». No sabe que cada vez que el larafuzas se mancha de chocolate, yo escucho sus carcajadas. Las de ella. Y sonrío también.