3.800 kilómetros, todo recto

A CORUÑA

MARCOS MÍGUEZ

Europa acaba en los Urales y empieza en A Coruña. O al revés, qué más da

08 mar 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Puede parecer que Kiev está muy lejos. Pero «es todo autovía», como explicó uno de esos héroes civiles de Castroverde que se fueron en coche a la frontera de Ucrania para traerse de vuelta a Lugo a ocho refugiados. 3.800 kilómetros, todo recto.

Europa acaba en los Urales y empieza en A Coruña. O al revés, qué más da. Y el desafío del okupa del Kremlin no es solo contra Ucrania, sino contra el modo de vida que llevamos en nuestra apacible esquina de la Unión Europea. Al tirano de Moscú le parece una insolencia que países modestos, sin armas nucleares que desenfundar, vivamos razonablemente felices como parte de una civilización democrática, próspera, libre y respondona.

Para Putin, lo suyo sería que Washington, Moscú y Pekín se sentasen una tarde a repartirse el mundo disfrazados de tahúres de una peli de Cantinflas. Esta despreocupada vida nuestra es lo que más preocupa al Stalin de mercadillo que levita en la plaza Roja.

Hay momentos en la historia, en la biografía misma del universo, en los que la única opción ética es levantarse para defender a hostias la propia ética y la propia existencia. Y por existencia no me refiero solo a la pura supervivencia, que dura poco y no importa mucho, sino a nuestra forma de estar en el mundo, quejándonos del Gobierno, votando cada cuatro años a regañadientes y diciendo lo que nos da la gana con la certeza de que ser occidental consiste en tenerle más miedo a tu suegra que al ministro del Interior.

Así que, una de dos: o dimitimos de Occidente y sus libertades, o nos toca sudar sangre, tinta, gas licuado, petróleo, lo que sea, para proteger cada minuto de nuestra ridícula, entrañable, estúpida y maravillosa vida.