El debate sobre el «mangacortismo» masculino lo ha lanzado José Antonio Montano a la hoguera de las vanidades de Twitter y, como no intervenga pronto la UME, ya no hay quien pare el fuego hasta octubre
21 jun 2022 . Actualizado a las 05:00 h.Si la televisión sirviese para algo más que para bajarle el volumen y ponerse a leer un libro, ya estaría Ferreras eléctrico montando un programa de emergencia sobre la cuestión metafísica de la temporada: ¿manga larga o manga corta? El debate sobre el mangacortismo masculino lo ha lanzado José Antonio Montano a la hoguera de las vanidades de Twitter y, como no intervenga pronto la UME, ya no hay quien pare el fuego hasta octubre.
A mí la verdad es que me da lo mismo la manga corta que la manga larga —incluso la paradójica manga larga arremangada—, más que nada porque en A Coruña llevamos manga corta de junio a septiembre en un ejercicio de puro voluntarismo, para convencernos a nosotros mismos de que con 21 grados hace un calor del copón y de que esa niebla que cubre la bahía no está ahí.
No importa demasiado si la llevas corta o larga, lo único que me hace sangrar los ojos son algunas combinaciones letales, como la camisa de manga larga con bermudas o la manga corta debajo de la americana, que deja asomar la muñeca descamisada y peluda bajo la chaqueta. A esos, y a los de la camiseta de tirantes con alarde de sobacos, prisión permanente. A ser posible, no revisable.
Donde se echa mucho de menos la manga larga es en el fútbol, que la ha arrinconado como un símbolo de otra era geológica. Será cosa del merchandising o del márketing, o de cualquier otra de esas palabras acabadas en ing. No sé. Pero lo que sí sé es que el mejor Dépor de todos los tiempos era el de Fran y Djalminha jugando de manga larga. Y que, cuando Djalma le plantó la lambretta a la defensa del Madrid, vestía la camiseta del 8 larga. Claro que aquel Dépor, más que de manga larga, jugaba de frac, como la Orquesta Sinfónica de Galicia.