Se ha demostrado que se puede usar para conciertos con entrada y también se ha corroborado que cierta música adquiere una magia diferente al aire libre
02 sep 2022 . Actualizado a las 05:00 h.Estaba ahí, perdido en el parque de Santa Margarita. Por alguna extraña razón se había quedado relegado a las actuaciones de la romería de agosto y poco más. Interesaba quizá llevar los conciertos a otros espacios de nueva creación, como el parque Europa o la plaza Elíptica de Los Rosales. Pero los coruñeses contábamos en ese parque con un anfiteatro estupendo para actuaciones con 2.000 o 3.000 personas de público. En la época de Carlos Negreira, la concejala de Cultura, Ana Vilaseco, tuvo el gran acierto de recuperarlo. Recuerdo estar viendo a los Corizonas y tenerlo claro: era el recinto perfecto para esos conciertos al aire libre a los que la plaza de María Pita se les queda grande. Pero incluso se podía ir más allá. Se pensó un festival con diferentes escenarios esparcidos. O alguna actuación de pago. Surgía la duda de cómo cerrar aquello. No se resolvió. Con el cambio de gobierno desaparecieron los festivales de rock y electrónica gratuitos que allí se celebraban, perdiendo el protagonismo. Este se ha vuelto a recuperar, integrando en él actuaciones del festival Noroeste, resucitando el FIRC y el FEC y volviendo a plasmar su esplendor. Pero fue esta semana, con Manu Chao, donde se ha erigido como algo incontestable. Se ha visto que se puede usar para conciertos con entrada. También se ha corroborado que cierta música adquiere una magia diferente al aire libre. El melómano saliva solo con imaginarlo. Pongamos ejemplos recientes. ¿No hubiera sido mejor haber hecho allí el concierto de Simple Minds y no en el Coliseum? ¿Y Carolina Durante, que tocó en la inmensidad de María Pita? «¡Hay que poner en valor este recinto ya!», me dijo un espectador el lunes. Pues aquí estamos, plasmando en negro sobre blanco, ese deseo compartido.