Oswaldo Digón: «El riesgo que tiene la improvisación, trabajar desde la nada, engancha»

FErnando Molezún A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

Germán Barreiros

Este jueves presenta junto a Luis Tinaquero, dentro del EMHU, «Ansia viva»

01 may 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Definir a Oswaldo Digón (San Román de Cervantes, Lugo, 1975) con una sola palabra es complejo. Cómico, humorista, actor, guionista... «Depende para lo que me contrates, pero cualquiera de esas cosas me parece bien», matiza este todoterreno de los escenarios que este jueves presentará en Afundación Ansia viva (21.00 horas), un espectáculo que mezcla humor y música en el que cuenta con la maestría de Luis Tinaquero a los instrumentos. Lo hace en el marco del Encuentro Mundial de Humorismo (EMHU) que se celebra estos días en la ciudad y donde ya participó el pasado sábado con su escuela de improvisación.

—Que un encuentro de humorismo se celebre en esta ciudad no es casualidad.

—El secreto es que ante un espectáculo de comedia en esta ciudad hay público, y como hay público hay salas donde hacerlo, hay apoyo de los medios de comunicación, hay escuelas y así es como surge el talento que nutre los espectáculos.

—En sus espectáculos de improvisación llevará en la manga algún comodín del que tirar si falla el ingenio.

—Eso es contraproducente, porque te puede llevar a agarrarte a eso y, cuando estás con la atención puesta en crear una estructura narrativa, es mejor no estar atado y pendiente de acudir a esos lugares pactados.

—Nadie es infalible. ¿Cuántas veces ha fallado improvisando?

—Unas cuantas, no te voy a engañar. Es parte de la gracia que tiene la improvisación. Puede salir la mayor mierda del mundo, pero es tu mierda, al fin y al cabo. Así que hay que ir a favor, que eso genera comedia. No se puede ser siempre sublime. Aunque con los años ya vas navegando con más seguridad y las cosas suelen salir bien.

—¿Cómo se enseña a improvisar?

—Trabajamos la escucha, la atención, la generosidad y, sobre todo, el conocimiento de la estructura narrativa. Hay un objetivo dentro de la escena, un protagonista al que le pasan cosas. Y hay que contar una historia. Esa es la base. Pero después el improvisador tiene que estar muy atento, captando todo lo que le viene de los distintos compañeros. Estás trabajando sobre la nada, sin mobiliario, sin texto... Las relaciones con los compañeros son muy importantes, porque cuando sales a escena no sabes quién eres, ni dónde estás, ni qué tienes frente a ti. Así que hay que ir creando el lugar, la relación con los otros personajes, un acontecimiento que rompa la rutina... Y todo eso se entrena para que vaya con fluidez. Porque eres el escritor, vas elaborando la historia sobre la marcha, pero también eres el director, el protagonista...

—¿No da un poco de vértigo salir así al escenario?

—Ese riesgo maravilloso de salir al escenario y trabajar desde la nada, engancha. Generas un un momento único e irrepetible. Creas exclusividad y eso me encanta. Mucha gente me viene recordando la improvisación que hice tal día, y yo no me acuerdo de nada. No sé de lo que me está hablando, porque es trabajar el presente.

—Presenta Ansia viva. No es la primera vez que mezcla música con humor.

—Es que la música en directo le da un empaque especial a cualquier espectáculo, lo lleva a otra dimensión. Además, siempre quise ser una estrella del rock. Así que si tengo oportunidad de subirme a un escenario con músicos del talento de Luis Tinaquero, me meto en el papel.

—Tinaquero tiene pinta de serio.

—Es de esos que hablan poco pero que cuando abren la boca, aciertan. Me parece admirable, porque yo no paro de hablar y de decir tonterías, pero él es capaz de sintetizar la verdad en una frase. Tiene un sentido del humor increíble y creo que combinamos muy bien. Él me ayuda a pausarme y yo le meto caña.

—¿Y de qué va Ansia viva?

—Hablo sobre mi ansiedad, aunque parece que es una cosa bastante común. Tengo un texto escrito, pero incluye canciones improvisadas, tanto la letra como la música. El propio Luis no sabe qué canción tendrá que tocar, qué ritmo debe tener... Todo dependerá de las pautas que nos dé el público en ese momento, y sobre ello él creará la música y yo la letra y cantaremos todos el estribillo en perfecta armonía.

«Era funcionario en un concello, pero lo dejé todo cuando me llamó la comedia»

La entrevista tiene lugar en la plaza del Humor, donde recientemente se rendía homenaje al desaparecido Pedro Brandariz, con quien Oswaldo Digón trabajó en numerosas ocasiones.

—Se le echa de menos...

—Es que le debemos muchísimo. Le abrió las puertas a muchísima gente que empezó con él, abrió circuitos para actuar. Era una de esas personas que tienen un fuego dentro y que todos los que se acercaban a él terminaban calentándose e iluminándose. De hecho el aula donde hacemos las clases de impro se llama Dinamo, como la compañía creada por Pedro, que preside de alguna manera todo lo que allí pasa.

—¿Cómo y cuándo decidió dedicarse al humor?

—Yo era funcionario en un concello, pero lo dejé todo cuando me llamó la comedia. Llevo 15 años de autónomo. En el momento que decides que este es el sitio en el que quieres estar y que incluso cobras por ello, ya no hay marcha atrás.

—¿Pero era usted de crío el gracioso de la clase?

—Realmente soy un tipo serio, mi mujer me dice que debería ser más simpático. Siempre me rodeé de gente más graciosa que yo, así que tampoco me consideraba el gracioso de clase. Pero sí que estaba en ese grupo.

—Últimamente lo del humor se está convirtiendo en una profesión de riesgo. La gente se ofende muy fácilmente.

—De la misma manera que se puede hablar de cualquier cosa siempre que se haga desde la educación, el respeto y la honestidad, se puede hacer humor sobre cualquier tema. Eso no implica que le tenga que gustar a todo el mundo. No podemos perder la libertad de opinar, igual que no puede olvidarse la libertad que tiene la gente de ofenderse.