Descubre el acoso escolar a su hijo mientras su marido agonizaba

Toni Silva OLEIROS / LA VOZ

A CORUÑA

EDUARDO PEREZ

Pide que el instituto de Oleiros reabra el protocolo: «El niño sigue mal»

25 feb 2024 . Actualizado a las 13:42 h.

En la vida reciente de Carmen hay dos fechas que hubiera deseado atravesar dormida, dos días en los que el suelo crujió bajo sus pies. El 31 de mayo del 2023 se desesperó por su hijo. Y el 8 de diciembre cerró los ojos a su marido, sellando la rendición de una guerra contra un tumor cerebral. Él se iba con 50 años, y los últimos seis marcados por delicadas operaciones y fuerte medicación, que obligó a Carmen a dejar su empleo de autónoma para cuidarlo. Seis años cuesta abajo.

Y en ese descenso llegó el sobresalto del último día de mayo. Su hijo Tomás (ambos nombres son ficticios), estudiante de segundo de la ESO en el instituto María Casares de Oleiros, llegó a casa profiriendo gritos inéditos y golpeando la puerta de su habitación. Dijo que estaba harto, que no quería regresar a clases. «¡Se están metiendo conmigo desde principio de curso!». Carmen le recriminó no habérselo comunicado antes. «Pero es que tú ya tienes bastante carga con papá, no te quiero dar más problemas», le respondió el hijo.

Sin desatender a su marido, que encaraba los últimos meses de vida, Carmen inició un bombardeo de correos, llamadas y visitas al centro que se había vuelto un infierno para su hijo. Eran tres alumnos los presuntos responsables de su malestar, autores de pequeños gestos que, a base de repetirlos día tras día, desquiciaron a Tomás, que llegaría a ingresar en urgencias en varias ocasiones, según reza uno de los informes recientes, «por probable situación del acoso escolar durante el curso pasado y actualmente con importante afectación emocional». El médico recomendaba activar el protocolo, ya que veía en Tomás «una situación de estrés muy grave a nivel emocional».

¿Qué le hacían los tres acosadores? «El cabecilla lo empujaba por el pasillo, le llamaba mariquita o le lanzaba besos; otra niña le pedía dinero todos los días, insinuándole que si no se lo daba, los empujones de su amigo serían peores», relata Carmen. «Y el tercero se sentaba justo detrás de él, le lanzaba botellas de agua abiertas en la mochila, y papeles, además de darle patadas en la silla todo el tiempo», añade la progenitora.

En informes posteriores redactados por el IES María Casares tras abrirse el protocolo de acoso el 5 de junio se puede leer: «Non podemos considerar que se trate de acoso, pois non temos probas bastantes para facer unha acusación tan grave»; «facer que Tomás se sentise acurralado é unha consecuencia do carácter e forma de proceder (da alumna) máis que un intento de facer dano». Y añade: «Non temos probas suficientes para considerar que os papeis que apareceron na mochila de Tomás ou o feito de moverlle a cadeira foron actos realizados de maneira premeditada con intención de molestalo». Paralelamente, todos sus profesores firmaron un documento en el que aseguraban no haber sido testigos de ningún episodio de acoso. Y la tutora recoge que el niño está peor desde que se abrió el protocolo («antes era un rapaz contento e integrado»).

Non temos probas suficientes para considerar que o feito de moverlle a cadeira era con intención de molestalo (extracto del informe del instituto María Casares)

El 6 de junio sufre su primera crisis de ansiedad, palpitaciones y dolor torácico que el joven y los médicos achacan a la tensión que vive en el instituto. Los días pasan y Carmen se impacienta. La presión no sienta bien en la Inspección de Educación, que asegura que se están cumpliendo los plazos. «Pero a mi hijo lo seguían acosando», señala la madre.

El final del curso hizo bajar el suflé. Tomás y su hermano mayor vivieron el que sería el último verano con su padre, a quien intentaron mantener ajeno a esta situación. «Mi marido le decía que no todo el mundo era bueno y que había que lidiar con gente de todo tipo, pero que mientras papá y mamá estuviesen, él tendría todo el apoyo», relata Carmen emocionada.

Pero Tomás inició 3.º de la ESO con un miedo sobrevenido por el curso anterior. «Ya no están dos de sus acosadores, no sé los motivos, pero sigue en clase con el de los papeles en la mochila», relata Carmen. El protocolo está cerrado y Tomás intenta protegerse con un grupo de cuatro amigos. Su rendimiento académico cae en picado con siete suspensos.

Y llega diciembre. Y llega el día 8. Y Carmen le comunica a sus hijos que papá se ha ido para siempre. Ella decide llevarlos al pueblo materno durante unos días avisando por correo electrónico el centro de lo sucedido. El regreso, según la mujer, es demoledor para Tomás. «Ni un profesor lo recibe, nadie le da el pésame, solo le dicen que tiene que recuperar varios exámenes», relata Carmen, quien acompañó a su hijo la semana pasada a otra consulta con un psiquiatra. Tomás transmite que le siguen acosando, que no se siente seguro, que necesita que su hermano le acompañe todos los días al instituto porque tiene miedo.

Respuesta de Educación

Este periódico consultó el caso con la delegación de Educación en A Coruña. Confirman la relación de encuentros mantenidos con la familia desde la dirección del centro, Inspección e incluso con el jefe del departamento. Apuntan que se inició el protocolo «pero o persoal do centro e a Inspección decidiu pechalo tras levar a cabo as actuacións previstas, dado que, da análise da información recabada, non se derivaron indicios suficientes da existencia de acoso escolar». No obstante, añaden a La Voz que el cierre del informe no es definitivo. «Se así o considera a familia e se o solicita, pode volver a iniciarse outro protocolo de acoso para analizar a situación actual. O profesorado está especialmente vixiante reforzando a atención e vixilancia no patio e espazos comúns», concluyen.