Directivas de referencia comparten experiencia en un coloquio con motivo del 8M organizado por Resonac
08 mar 2024 . Actualizado a las 05:00 h.A Carmen Lence le entraron todas las dudas de golpe el día que recogió su visado en Tokio, adonde se había trasladado con su marido, y leyó en el documento: «Estado: dependiente». No lo había sido ni en su juventud, cuando su padre, Jesús Lence, fundador de Leche Río, le pagaba un sueldo por trabajar los fines de semana. En el moderno Japón los derechos que no tenía eran más que los que podía ejercer. Expatriada, allí tuvo a su primer hijo y, después de un dilatado periplo vital que la llevó a Londres, Suiza, Silicon Valley y Boston, ayer, durante un encuentro con directivas auspiciado por las mujeres de la fábrica de Resonac, la actual presidenta y consejera delegada de Río recordó el día que su marido le dijo que en sus salidas con los compañeros en Tokio una mujer los acompañaba cada vez que iban al baño para entregarles una toallita con que secarse las manos.
Anécdotas, unas cuantas. La ingeniera Natalia Barreiro, directora de la refinería de Repsol, rescató la experiencia vivida durante la parada de mantenimiento del 2004, un zafarrancho que moviliza a 3.000 personas dentro de la planta, de las que 3 eran mujeres (2, directivas) y 2.997, hombres. «Fue como en las obras, nos silbaban. No había aseos ni vestuarios femeninos. Las mujeres no habíamos entrado aún en la parte de procesos. Yo he sido la primera de mi género en un montón de ocasiones», señaló la ingeniera, que considera «absolutamente retador» el momento actual, porque abriga la esperanza de que «la transformación tenga nuestra perspectiva», dijo. Como el resto de participantes, dedicó tiempo a hablar de sus hijos, de su hija, en especial, que le pidió que le dijera a su jefe que no la hiciera trabajar tanto. «‘Pero si yo soy la jefa'», le dije... ¿Cuánto nos queda si una niña de 9 años piensa en alguien que manda y piensa en un hombre?», lanzó.
Ideas y errores
El encuentro empezó con una declaración de intenciones. «La seguridad psicológica es la creencia de que uno no será castigado ni humillado por expresar ideas, preguntas, preocupaciones o errores», rezaba un enunciado en la pantalla. «Queremos pediros que no habléis del destino, sino del camino», invitó la moderadora, Isabel Torres. Y Elena Mancha recogió el guante. Inspectora de trabajo y directora xeral de Relacións Laborais, llevó al debate a las mujeres que faltaban, las subalternas —«tengo ayuda externa en casa, por eso pude y puedo tener tres niños », empezó—, para hacer apología del teletrabajo —«llevamos haciéndolo desde los 90»— y entrar en el primer charco. «El síndrome de la impostora. Yo lo tengo. A pesar de que mi educación me inculcó que podía llegar a donde quisiera. Ser las mejores, terminar el trabajo antes, ese estrés. El hombre desde luego es más relajado. La sociedad con nosotras ha sido mucho más exigente», apuntó la representante de la Xunta, que alentó a «empoderarse, mientras no haya otra palabra mejor que la sustituya, porque poder e igualdad son cosas distintas», dijo.
La jornada, en el contexto de la Resonac Women's Week «Transformando el futuro juntas», hizo de altavoz de la extraordinaria dificultad de la industria —también la construcción, las TIC, el mar, el granito o el sector forestal— para incorporar mujeres. Lo apuntó la directora de la refinería, que observó, no obstante, una especial disposición de las mujeres gallegas a postularse. Y lo remarcó Elena Mancha, que desde la Xunta ha promovido una iniciativa que está llevando a mujeres soldadoras, ingenieras informáticas y profesionales de ámbitos muy masculinizados a hablarles a niñas de 3.º y 4.º de ESO de un centenar de institutos. «Esos sectores, además, tienen más tradición en negociación colectiva y los salarios son mejores», argumentó la directora xeral.
Rebeca Acebrón, directora ejecutiva de una empresa familiar, animó a las indecisas, las tímidas, las cautivas de la discreción aprendida. «Para tener presencia hay que participar. Renunciar quizás a una parte del tiempo personal y dedicárselo al trabajo asociativo», defendió. «No hay límites», proclamó Verónica Rivadulla, directora general de la Fundación Meniños, que se desmarcó del síndrome del impostor y abanderó una pregunta que incita al movimiento: ¿Y si...? «Independencia. Ahí está la clave», resolvió Ana Ulloa, presidenta de la Asociación de Empresarias.
Carmen Lence, que volvió a Galicia para hacerse cargo del grupo familiar, resume. «Tener el coraje de ser uno mismo. Creer en ti, seguir tu instinto. No importa que digan lo contrario. Aunque sea tu padre el que lo diga. No permitas que nadie te defina».