Susana Vázquez: «Las escuelas de A Coruña tenemos mucho que aprender de las de Mozambique»

Fernando Molezún A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

CESAR QUIAN

Fitas do Vento celebró la semana pasada una gala solidaria para dar a conocer su proyecto

22 abr 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

La sede de Afundación acogió la semana pasada, de la mano de la Fundación San Rafael, el festival solidario de Fitas de Vento, un «proyecto de enriquecimiento mutuo entre escuelas gallegas y africanas en el que ya participan seis centros de aquí y cinco del otro continente y que queremos que siga creciendo», según lo define su coordinadora, Susana Vázquez (Corcubión, 1966), profesora en el colegio Santa María del Mar y poseedora de un contagioso entusiasmo del que es imposible abstraerse cuando se habla con ella.

—¿Cómo nació Fitas de Vento?

—En el 2016 me propusieron en el colegio Santa María del Mar ir a colaborar en la puesta en marcha de la escuela secundaria Inacio de Loyola en la provincia de Tete, en Mozambique. Estuve allí seis meses y a la vuelta firmamos un convenio de hermanamiento entre escuelas para colaborar en proyectos de formación de profesorado y acciones solidarias. A partir de ahí se sumaron otros colegios de la ciudad, como las Escuelas Infantiles Municipales de Monte Alto, Arela y Cativos, y de otras provincias, como el CPR Cervantes de Lugo.

—¿Cómo se plasma la colaboración entre las escuelas de ambos continentes?

—En distintas acciones. Cuando la escuela CEI Aman empezó a funcionar había una gran necesidad de recursos didácticos, que pudimos mandarles desde aquí. Pero en todos los proyectos hay un enriquecimiento mutuo. Todos nacemos con una arcoíris, pero algunos colores se van apagando o desvaneciendo. . El contacto con estas escuelas de África, con sus alumnos y profesores, nos hace recuperar esos colores. El contacto con la naturaleza, la esperanza, la resiliencia o cosas concretas como aprender a trabajar sin medios. Tenemos mucho que aprender de ellos. Y al revés, hay cuestiones que podemos enseñarles nosotros y hacer brillar allí otros colores. Eso aparte de lo que aprendemos de nosotros mismos.

—¿En qué sentido?

—Nos ha permitido tener relación entre escuelas que, aun estando en la misma ciudad, no habíamos tenido contacto antes. Y eso es muy enriquecedor. Nos reunimos, hacemos seminarios conjuntos y eso nos permite aprender los unos de los otros.

—¿Cómo fue la primera vez que fue a África?

—Lo que más me impresionó fue la desprotección de la infancia. Pero, por otro lado, también me sorprendió la capacidad que tienen de disfrutar. No me sentí lejana. Si le quitamos lo superficial, los seres humanos tenemos las mismas ansias y las mismas inquietudes. Yo estaba en un momento de madurez personal idóneo. Porque allí no puedes llevarte tus problemas, allí vas a resolver problemas. Y volví mucho más enriquecida. Cargada de energía. Y eso me pasa cada vez que voy.

—Ha vuelto, entonces.

—Varias veces. Y en junio iré de nuevo. Siento que voy a ver a mi familia, porque con todos estos niños y con los profesores terminas entablando una relación fuerte. Cada vez que voy siento que puedo hacer cosas, aportar mi grano de arena. Pero si lo pongo en una balanza, ceo que me han aportado mucho más de lo que yo he dado y me han hecho replantearme totalmente mi acción docente.

—En el festival solidario de la semana pasada pudimos escuchar varios testimonios de gente ligada al proyecto. Entre ellos el de un joven que ha disfrutado de una beca.

—Es Mario, que está ya terminando informática. A través de la Fundación Loyola Galicia. Se abrió una línea de becas por las que se le puede dotar a un joven de la formación en oficios como electricista, carpintero... Y después tenemos seis alumnos universitarios en este momento, entre ellos Mario. Pero ya han salido de ahí dos enfermeras, un abogado y también maestros. Lo más bonito es que están colaborando en la ciudad de Tete con otro proyecto que se llama Amigos de Jesús, que cuida a niños de la zona. Así que es como una especie de economía circular solidaria. Puede colaborarse con cantidades que aquí pueden no suponer demasiado, pero que allí le cambian la vida a un niño.

«Con las ayudas del Dépor se montó en esta región de África la primera liga femenina»

Susana Vázquez apuesta por la importancia formativa que tiene un proyecto como el de Fitas de Vento en el alumnado gallego: «Esto no se puede estudiar de un modo teórico», asegura.

—Sería idóneo que se apuntasen más centros educativos.

—Estaríamos encantados, claro. Fitas de Vento es de Infantil y Primaria, y si hay algún centro interesado en participar, en nuestro blog hay un formulario de contacto. Lo único que hace falta son ganas de comprometerse y trabajar.

—¿Reciben apoyos institucionales?

—Sí, hemos tenido apoyos de la Diputación, el Ayuntamiento de A Coruña o la Policía Local, que nos entrega material que queda olvidado y sin reclamar en objetos perdidos. De ahí salieron unas maletas que ahora son los armarios del internado en el que están los niños en África. Y este año contactamos con la Fundación San Rafael y ha sido fantástico. Gracias a ellos hemos podido realizar la gala solidaria de la semana pasada, y ojalá podamos repetirla cada año.

—Le dieron un reconocimiento al Deportivo en el festival.

—Hace tiempo nos dieron un dinero del partido Champions for Life con el que conseguimos que los niños de las casas de huérfanos tuviesen acceso a proteína dos veces a la semana durante un año. A partir de ahí siguieron colaborando con nosotros, enviando equipamientos, lo que tuvo tal impacto que se creó el primer equipo femenino de fútbol de la región de Mozambique en la que trabajamos, y de ahí empezaron a montar equipos en otros colegios hasta que actualmente hay una liga femenina entre las escuelas. Así que, aparte de potenciar el deporte, han generado un cambio social importantísimo.