Luis Jaime Rodríguez: «Firmé la expropiación del entorno del dolmen de Dombate sobre una lechera»

Toni Silva A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

MARCOS MÍGUEZ

El responsable de buena parte del patrimonio de la Diputación de A Coruña acaba de jubilarse

29 jul 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

En casa de Luis Jaime Rodríguez (Ourense, 1954) las estanterías dominan el espacio. Algunas baldas dibujan una curva cediendo al peso de los volúmenes que llevan años allí instalados. Estos libros son el refugio (además de su mujer, sus hijas y el recuerdo profesional de su padre) de quien durante 40 años dirigió los departamentos de Contratación y Patrimonio en la Diputación de A Coruña. Ahora su vida también acaba de dibujar una curva. Luis Jaime ha entrado en la jubilación, pero las inercias de tantos decenios le llevan a continuar con algunos rituales de su etapa laboral. «Sigo enviando boletines y leyes a un grupo de cien trabajadores todos los días», explica este gran experto de la Administración, que recibió un cálido homenaje de sus compañeros. «Era reticente a un acto así, pero finalmente acepté», dice.

—Y tuvo palabras muy cariñosas para los que ya no están, personalizadas en la figura de Juanjo Gallo, jefe de prensa que murió de forma repentina en el 2010.

—Ya han pasado 14 años. Juanjo era tan querido que el personal de limpieza le ponía arriba una foto y una vela cada 22 de marzo, el aniversario de su fallecimiento. Era un gesto tan bonito...

—Fue secretario-interventor de Castellanos de Moriscos, un pueblecito de Salamanca. ¿Cómo recaló allí?

—Hice la oposición y al aprobar podías ir en comisión de servicios hasta que se convocara una plaza. Yo pedí esa sin hablar con el alcalde, eché la instancia allí porque mi entonces novia vivía en Salamanca, a solo siete kilómetros.

—Y en 1984 le cambió la vida.

—Completamente. Es curioso porque yo leía los boletines pero fue en un periódico donde vi la convocatoria para la Diputación de A Coruña. Eso sí, trabajé casi 18 horas diarias en Salamanca preparando la oposición, tuve que pedir la excedencia y mi familia me ayudó. Lo de las 18 horas da casi vergüenza decirlo.

—¿Cómo se tramita la adquisición de las torres do Allo, por ejemplo?

—Esas se las debemos a Felipe Senén. Él fue el promotor para salvar un edificio de estilo manuelino que tiene un valor extraordinario. Se sacó la contratación de las obras. Se compraron a la familia López Rioboo, fue una compra bien valorada.

—¿Y cómo una Administración se hace con un dolmen como el Dombate?

—Es un bien de dominio público. En su día la Diputación compró tres dólmenes: Dombate, en Cabana de Bergantiños, Axeitos, en Ribeira, y Cabaleiros, en Tordoia. A Dombate vinieron expertos del extranjero, de Cataluña, como José María Bello o Fernando Carrera... Hicieron un estudio muy bueno sobre cómo conservar las pinturas que aparecieron, y se optó por cubrirlo. Si el día de mañana se encontraran medios para conservarlo al aire libre, pues se hará, de momento está así. El dolmen estaba en fincas particulares y se compró la parcela para proteger todo. No quiere decir que los particulares no lo cuidaran, de hecho ahí está. Yo recuerdo ir con mis hijas pequeñitas a expropiar los terrenos de alrededor y firmar sobre una gran lechera. Luego hicimos otra expropiación a 26 familias para alejar la carretera del dolmen, lo que permitió ampliar el ámbito de protección.

—¿Cuál fue el más duro de negociar?

Cuando llegué a la Diputación ya se había iniciado la expropiación del monasterio de Caaveiro por parte de mi predecesor Emilio Quesada. Yo lo continué. Llegó hasta el Tribunal Supremo porque iba subiendo la valoración. Los propietarios eran la familia Prego, que lo habían adquirido desde la desamortización. Hoy tiene una belleza extraordinaria.

—Ha sido muy fiel a su puesto pese a las numerosas ofertas que le han llegado desde otras Administraciones públicas.

—Sí, y de distintos partidos políticos. Recuerdo muchas con simpatía especial. Me llamaron del Ayuntamiento de Ourense. Luego Manuel Fraga quería hacer una Dirección General de Contratación y que la coordinara yo. Y luego tuve otra oferta que me hizo Meilán Gil para ser asesor jurídico de la Universidade da Coruña, y yo tan cobarde..., tuvo que ir mi mujer para decirle que no. Pero no se enfadó. Siempre admiré de él que trabajaba con gente de todos los partidos políticos. Él decía: «Me da igual la ideología, yo valoro la preparación de las personas». Tuvimos una amistad de muchos años.

«A finales de los 90 decidí comprar desfibriladores, en Caaveiro pudimos salvar a un hombre»

Desde su despacho, Luis Jaime también pensó en el bienestar y en la seguridad de los que trabajaban en la Diputación.

—A usted le deben la presencia de desfibriladores en las sedes provinciales.

—Era finales de los años 90 y no había un servicio de riesgos laborales. Yo leía artículos que decían que los desfibriladores podían salvar vidas y propuse la compra. Incluso pedí comprar desfibriladores para todos los ayuntamientos, pero aquello no fraguó. En la Diputación pusimos en el pliego que todos los vigilantes hicieran el curso del 010 para manejar esa máquina. Hace dos años una persona sufrió un infarto de miocardio en Caaveiro y, por suerte, allí también había un desfibrilador.

—Alguien le debe la vida.

—Indirectamente. Fue el vigilante de seguridad quien actuó de maravilla. Antes de irme preparé el pliego para el plató virtual de la Ciudad de las TIC con todo el equipamiento de cine. Y también puse que haya un desfibrilador.

—Eso de que nunca faltó ningún día al trabajo... ¿leyenda urbana?

—Es verdad, es verdad. Gracias a Dios, he tenido la suerte de no estar enfermo estos años. Algún día te duele un poco la cabeza pero he ido igual...

—¿Qué le quedó por hacer?

—El Museo de Arte de la Diputación. Lo tiene Pontevedra, Ourense en el edificio Simeón, pero aquí no. Hubo un concurso de ideas anónimo que ganaron dos chicos jóvenes para albergar el que sería el Centro de Artes y Conservatorio de Danza de la Diputación. Pero al final llegó un proceso electoral y entre Zapatero y Paco Vázquez prometieron y cumplieron traer el Muncyt a A Coruña. Precisamente mi proyecto iba a ser en ese edificio y los arquitectos tuvieron que readaptar su diseño para el museo científico.