Nueva vida para los barrios de A Coruña que lograron el fin de las okupaciones
A CORUÑA
«Ahora podemos dormir», señalan los vecinos del 120 de la ronda de Nelle, mientras que en Monte Alto y O Ventorrillo dicen vivir con tranquilidad desde que la presión vecinal consiguió el desalojo de dos puntos conflictivos
31 ago 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Poco más de dos meses después de que los dueños del edificio situado en el número 120 de la ronda de Nelle tapiaran su acceso, vecinos y comerciantes de la zona sentencian que «el barrio es otro». Relatan que desde que el Ayuntamiento desalojó el inmueble, tras un incendio originado la tarde del 17 de junio, la tranquilidad ha regresado a la vía.
Entre los que aprecian el cambio está Valentín Cuñarro, secretario de la Asociación de Vecinos de la plaza del Comercio, desde la que llevaban años reclamando a las autoridades una solución ante los continuos conflictos que generaban los habitantes del inmueble. «Ha sido un gran cambio, no se parece en nada al barrio que había hace tres meses. Había un continuo zumbido que no era otra cosa que el follón que se producía siempre en el edificio, con peleas y gritos. Ahora, en cambio, puedes bajar tranquilamente a cualquier hora por la ronda de Nelle, incluso a las tres de la mañana», apunta el también responsable del Emporio de los Sándwiches, que añade: «Vuelve a ser el barrio de cuando era niño, pero los que más lo notan son los vecinos de los edificios que comparten patio con el 120».
Porque los residentes en los inmuebles contiguos llevaban más de un decenio denunciando un sinvivir a causa de los desechos que los okupas tiraban. «Ahora, después de 13 años, podemos dormir. Antes no podíamos ni tender la ropa. Como no tenían agua, lanzaban las heces por la ventana», recuerda una residente en el 122. De hecho, Medio Ambiente retiró en mayo del 2023 diez toneladas de residuos acumulados en el patio de luces y las escaleras del inmueble, en el que residían cerca de 80 personas.
Una vía que antes se evitaba
«Nunca tuve problema con ellos ni me entraron a robar, pero la mitad eran delincuentes, no okupas. Eso provocaba problemas en la zona y que día sí, día también, viniese la Policía Nacional. Otros eran personas que simplemente no tienen dónde vivir», indican desde la tienda de recambios Procar, situada justo al lado de la construcción ahora tapiada.
Dos números más adelante, en el bajo del 126, está Laura. Ella es una de las últimas comerciantes en instalarse en la vía. «Abrí hace justo tres meses. Cuando se tapió el edificio llevaba solo un mes y vi todo el follón», relata la dueña de Bohémicum, una tienda de arte y flores. «Cuando cogí este local sabía que el edificio era conflictivo, pero como vivo cerca, conozco la zona y el bajo está ubicado más en la esquina, pensé eso de malo será. Recuerdo que un vecino me dijo que menos mal que había abierto algo bonito en ese lado de la calle, ya que vendo flores. El 120 olía fatal y la gente evitaba pasar por esa acera, yo misma no iba por miedo a que cayera un cristal de una ventana o me lanzasen algo. Ahora la gente vuelve a caminar por ahí y hay mucha tranquilidad en una vía con mucha vida», comenta la mujer, que trabaja con la puerta abierta. Otros negocios lo hacen desde que se clausuró el edificio. «Antes teníamos miedo y estábamos a puerta cerrada».
La presión popular, clave en Monte Alto y O Ventorrillo
Los vecinos de Monte Alto fueron los primeros en decir basta a los okupas. Lo hicieron en febrero, después de meses de inseguridad en la zona provocada por un grupo de personas que habitaban ilegalmente una casa en la calle Washington. «Ahora el barrio está más tranquilo», señala José Luis Boado, presidente de la Federación Unión de Comercio Coruñesa (FUCC)».
El portavoz de los comerciantes subraya que, «aunque por la zona todavía transitan algunas de las personas vinculadas al narcopiso desarticulado», la situación ha dado un giro de 90 grados. «Siguen circulando por la calle de la Torre, pero no tiene nada que ver con lo de antes. No se envalentonan, ya que vieron cómo la gente se juntó para echarlos», añade Boado, que aun así señala que en el barrio siguen en alerta por si se produce una nueva okupación.
Porque hasta que los vecinos se unieron fueron muchos los negocios y los particulares que sufrieron hurtos a manos de los drogodependientes que vivían en la calle Washington. El primer paso de los residentes para forzar su salida fue realizar una cacerolada en la plaza San José. El ambiente se caldeó y finalmente más de 300 personas marcharon hasta el inmueble en el que residían ilegalmente los responsables de la inseguridad del barrio y donde se quedaron hasta lograr su salida.
Siguiendo el ejemplo de Monte Alto, un mes después, cerca de 200 personas secundaron una protesta delante de un narcobajo en la calle Monasterio de Bergondo. En este caso, el inmueble no estaba okupado, sino que había sido alquilado hacía tres años. Sin embargo, los residentes en la zona clamaron contra el lugar porque «siempre se vendió droga». Una situación que se volvió insostenible debido al ir y venir de drogodependientes por la zona y los hurtos.
El presidente de vecinos de O Ventorillo, Aníbal Rodríguez, señala que desde que se desalojó ese bajo la zona respira tranquila. «No hemos vuelto a recibir ninguna queja. Después de lograr que se marchasen de ese espacio, supuestamente se habían instalado en otro local de la calle Antonio Pedreira Ríos, cerca del colegio Raquel Camacho, por lo que muchos vecinos estaban preocupados. No supe más y no creo que estén ahí porque ahora mismo hay mucha tranquilidad», apunta.
El representante vecinal dice que, aunque en esa ocasión la protesta se saldó con un resultado positivo y sin incidentes, estas situaciones deben dejarse en manos de las autoridades. «Dos días antes de la concentración habíamos mantenido una reunión con la comunidad afectada y el Ayuntamiento en la que se nos dijo que se iba a poner fin al problema. Después, nos enteramos de la protesta e indicamos al gobierno local que no la convocábamos nosotros», aclara