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En esta etapa de esplendor ferroviario, que diría el ministro Puente, muchos nos conformaríamos con poder organizar con tiempo un viaje en tren
02 oct 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Hace unos meses, en Madrid, me decía una amiga que es imposible improvisar. Que la vida social ya no es espontánea: no puedes salir a cenar sin reservar, ni viajar a salto de mata. Claro: vivimos la edad de oro de las agendas de productividad. No solo pasa en Madrid. En una calle con tanta oferta como Emilia Pardo Bazán, intenta picar algo un viernes por la noche sin haber reservado. Cada vez que te preguntan en la barra «¿pero tenías reserva?», con un tono muy reconocible, ya sabes la respuesta.
Tengo que contarle que esto se puede aplicar a las cenas con amigos y a los viajes de verano, pero en otros ámbitos parece que se celebra la improvisación. En esta etapa de esplendor ferroviario, que diría el ministro Puente, muchos nos conformaríamos con poder organizar con tiempo un viaje en tren. Pero se ve que Renfe no está por la labor y prefiere que compremos los billetes con menos antelación. A lo loco. Y eso que en la web de Renfe aparece en algún apartado «Cuanta más antelación, más ahorro». Se ve que no. Pero si ya sé que en unos meses (no se vayan a pensar que es en un año) tendré que viajar a Madrid, si no están previstos cambios en horarios, servicios o plazas (cosa que no indica la web, como hace a veces), ¿por qué no puedo comprar un billete de tren ahora?
Tal vez todo esto es una campaña de promoción de un estilo de vida más pausado. Renfe, la aliada de la vida lenta, frente a las aerolíneas fuguillas y la presión de las ofertas «compra hoy y vuela hasta agosto del año que viene». Aunque resulta poco creíble si pensamos en la planificación salvaje que nos han reclamado en Renfe desde que se pusieron en marcha los abonos gratuitos. A ver si se aclaran, que solo queremos viajar en tren.