Teodoro Soriano: «Conservo unas 450 obras de mi hijo que están esperando a ser expuestas»

Fernando Molezún A CORUÑA

A CORUÑA

El pintor Teo Soriano, acompañado de su padre, Teodoro, en la galería Vilaseco
El pintor Teo Soriano, acompañado de su padre, Teodoro, en la galería Vilaseco CESAR QUIAN

La galería Vilaseco acoge la exposición de Teo Soriano titulada «A mi padre»

16 dic 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

En el año 2017 un fatídico accidente truncó la carrera artística de uno de los pintores con mayor personalidad y reconocimiento del panorama gallego, Teo Soriano. Su padre, Teodoro Soriano Álvarez (Mérida, 1934) —que le acompañó infinidad de tardes en su estudio siendo partícipe del proceso creativo y testigo de excepción de la rompedora evolución de Teo—, tiene ahora como propósito vital que se reconozca la enorme influencia del legado de su hijo en las artes plásticas gallegas. Convertido en albacea y conservador de su obra, recibe ahora un homenaje en forma de exposición en la galería Vilaseco, donde el pasado jueves se inauguraba la muestra titulada A mi padre, que puede visitarse hasta el 21 de febrero y que está conformada por una docena de obras seleccionadas por el artista y amigo personal de Teo Álvaro Negro y la galerista Miriam Pérez. «Es parte de su obra, hecha antes de la desgracia del accidente. Recuerdo la creación de algunas de estas piezas. Pero lo que me traen principalmente a la cabeza es que ya no volverá a hacer nada igual», cuenta el padre.

—La muestra está dedicada a usted.

—Es que siempre he estado ahí apoyándole. En cuanto me jubilé empecé a ir todas las tardes a su estudio a ayudarle. Le montaba los bastidores, le cortaba las telas, le hacía ensamblajes... Estuve yendo al estudio hasta que tuvo que dejar de pintar por el accidente, ahí empecé a ir cada día al hospital. Y ahora porque me ha prohibido el médico ir todos los días a verle, pero voy lunes, miércoles y viernes, y el domingo me lo traigo a comer. Él sabe que yo estoy ayudándole. Le pregunto siempre «¿quiénes son los mejores?», y el nos señala: «Tú y yo».

—¿Tiene usted formación artística?

—En absoluto, aunque me gusta pintar. Yo soy ingeniero industrial, no artista. Para mi era un mundo totalmente desconocido.

—¿Cuál era entonces su papel en el estudio?

—Me pedía que le sacase algún color, que le hiciese la mezcla... Y le echaba una mano en cuestiones técnicas. La mayoría de los días salíamos del estudio riñendo [ríe]. Discutíamos sobre el taladro que necesitaba para una cosa o para otra. Pero lo pasábamos muy bien. En el apartado creativo no me metía, claro. Pero si había que ponerle un tornillo más grueso para que aguantase una estructura, ahí sí.

—¿Y qué le parece el arte de su hijo?

—Al principio no lo entendía, pero notaba algo. Le preguntaba a Teo cuándo nos iba a hacer un retrato, pero me decía que lo suyo era crear, no copiar. Había obras que las miraba y terminaba viendo que me gustaba. Disfruto mucho con su obra. Tiene un talento indiscutible, desde siempre. Ya con seis años ganó un concurso de pintura en Mérida. Como vi que era lo suyo le compré material de pintura y una carpeta que era más grande que él. La llevaba arrastrando.

—¿Hay mucha obra de Teo por mostrar?

—Tiene aproximadamente unas 450 obras en un almacén, esperando a ser expuestas. Tenía un estudio en A Zapateira y cuando tuvo el accidente recibí dos camiones llenos de sus cosas. Estuve dos años ordenando aquello, limpiando las obras y haciéndole a cada una su caja de cartón a medida. Y algunas miden más de dos metros. Es que trabajaba todos los días a destajo. Era su vida, su ilusión. De hecho jamás se preocupó por vender. No lo hacía por dinero. Y yo le decía que había que vender, pero él pasaba. Le daba igual. Lo suyo era crear.

—Eso es un auténtico tesoro que debe ser exhibido.

—Con exposiciones como esta lo que quiero es que se reconozca su legado, la influencia que ha tenido en la pintura gallega, como dicen muchos de sus compañeros artistas, como Antonio Murado o Álvaro Negro.

—¿Está catalogada toda esa obra?

—Perfectamente. En cada caja tengo puesto un número, la técnica y el material de la obra, las dimensiones, una descripción y una fotografía.

«Los cuadros de Teo se siguen presentando cada año en Arco, y con éxito»

«Una galerista me dijo que Teo le había enseñado a ver arte en lo cotidiano. Que ahora veía los restos de un tronco en una playa y pensaba en Teo. Es un don, es capaz de ver belleza en cualquier lugar», explica María, la hermana de Teo Soriano, ante esas composiciones de maderas, volúmenes que de entrada parecen totalmente ajenos entre sí, pero que el artista es capaz de unir para que formen un todo armónico y coherente. «Lo que está haciendo mi padre es algo maravilloso», añade María, a lo que Teodoro contesta: «Hombre, por mis hijos, lo que sea. Hasta que ya esté frío».

—¿Tienen planes para toda esa obra inédita de Teo?

—Tenemos previsto hacer una exposición en Vigo después de esta. Y me han pedido un dosier unos portugueses que tienen una galería en París que están interesados en la obra de Teo. También tenemos contacto con galerías de los países árabes. Y, a pesar de que ya no pinta, siguen llevando su obra a Arco cada año. Y con éxito.

—¿No ha vuelto a pintar desde el accidente?

—Le he animado a hacerlo en la residencia en la que está. O el pisito de soltero, como yo le digo. Le estimula. Y yo le hago de ayudante, le preparo los óleos, las acuarelas... Lo que le apetezca pintar. Pero claro, ya no es lo mismo...

—Siempre apoyó a su hijo en su vocación artística.

—Teo me dijo que si no entraba en Bellas Artes estudiaría Arquitectura. Y le dije que lo que quisiera. Hasta un día salió con que quería ser pastor. Le contesté que me parecía bien, siempre y cuando fuese el mejor pastor del mundo. Nunca me metí en lo que quería hacer, me he limitado a darle las herramientas necesarias para que pudiese hacerlo.